Trascendental elección
Esta tarde, al saber quién será el Presidente de Colombia, espero que los ánimos estén tranquilos, luego de la polarización por la que se ha caracterizado la contienda electoral. Ojalá que esta tarde recordemos que más que rótulos somos seres humanos que seguiremos viviendo las cotidianidades de la misma manera que antes, porque las transformaciones en lo macro suelen tardar bastante para llegar a lo micro. Confío en que la paz nos llene; no solo la paz que se está negociando y que anhelo que se concrete, sino esa paz más cercana que se ha envolatado entre familiares y amigos, producto más que obvio del extravío de la paz individual.
En estas épocas de elecciones se nos suele olvidar que el destino propio lo transforma cada quien. Si bien es cierto que existen condiciones estructurales que favorecen más o menos el desarrollo de las sociedades, el cambio es ante todo una tarea individual e intransferible, que no puede depender exclusivamente de las políticas del Estado o el gobierno de turno. Si hemos de empeñarnos en el propósito de la paz, esta debe empezar desde adentro. Es allí donde se generan las grandes transformaciones, pues es en el interior en donde está el verdadero poder que todo mueve.
Sí, muchas personas pensarán que esto es una idea romántica, que se queda en el plano de los sueños rosados y turquesas, en los globos mentales que echan a volar algunos incautos. Pero resulta que no: el tema es de ciencia, de la más avanzada. El nuevo paradigma científico nos puede aportar grandes luces para construir visiones de realidad más sanas e integradoras. El profesor David Bohm en La totalidad y el orden implicado -obra en la que confluyen la física cuántica, la filosofía de la consciencia y la espiritualidad- nos plantea que bajo el orden desplegado de las cosas, lo explícito que vemos en el mundo de manera fragmentada, parcial, hay un orden implícito, una totalidad que abarca la realidad.
Debajo de la estructura de su familia, de la sociedad a la que pertenece, en la que por estos días se ha hecho explícita la fragmentación por las diferentes visiones políticas, hay algo más profundo y esencial, que abraza y envuelve. Debajo de su propia vivencia individual, en la que puede estar escindido entre lo que piensa, siente, dice y hace, hay algo más grande que lo integra y que en últimas no permite la atomización. Eso es la esencia, el amor como impulso creador, fuerza que a todos nos acoge por igual. Si la seguimos negando continuaremos construyendo -individual y colectivamente- experiencias dolorosas que nos sacudan, a ver si aprendemos y nos reconciliamos. Esa es la trascendental elección.
@edoxvargas