EDUARDO VARGAS MONTENEGRO, PhD | El Nuevo Siglo
Domingo, 18 de Mayo de 2014

Mediar para aprender

 

Se celebró la semana pasada el día del maestro. Las celebraciones no son solamente espacios para homenajes y reivindicaciones, válidas por supuesto, sino también ocasiones para la reflexión, pues es preciso replantear el rol que los educadores tienen en el acto pedagógico. En esta era digital en la que el conocimiento está a nanosegundos de un clic y en la que abunda la información, no podemos seguir pensando en maestros o maestras como protagonistas del proceso. Sé que se ha avanzado montones y que la mayoría considera que los verdaderos protagonistas son los estudiantes, pero aún flota en el ambiente ese deseo de gloria egoica, que se manifiesta en darle mayor importancia a las enseñanzas que a los aprendizajes.

El tema no es de contenidos, que abundan en la web. La educación necesita cambios estructurales y mudarse a instancias en las que sea clave la selección de los contenidos, su análisis y apropiación práctica en la vida. No podemos seguir en esa educación bancaria, que tan sabiamente describió y analizó Paulo Freire, en la que un maestro consignaba conocimientos en las huecas cabezas de alumnos informes. Ese modelo bancario -entre otras cosas porque las políticas educativas de nuestros países las determina, en últimas, el Banco Mundial- coloca al educador como un “formador”, algo así como un domador de mentes que por sí solas corren el riesgo de echarse a perder y necesitan un escultor que les dé forma a la materia gris… Modelo bastante lejano del amor, pero que aún sigue teniendo mucha influencia, en particular desde los lenguajes, poderosísimos, pues crean realidades.

Es necesario que los maestros ocupen el lugar que les corresponde y darles a los estudiantes los lugares que les corresponden. No son simplemente sujetos que se cuentan en una estadística, sino seres humanos con historias personales, necesidades y proyectos vitales: ¡ya tienen forma! Se formaron en los vientres de sus madres, por la Gracia Divina. ¿Necesitan, acaso, otra forma? Lo que precisan nuestros sistemas educativos es, entre otras cosas, ordenar el amor para que cada quien tome su lugar, en medio de una comunidad de aprendientes, pues todos estamos en ese proceso vital, unos con mayor experiencia que otros, pero todos vivos, y por ende llamados a aprender.

Ocupar el lugar implica resignificar al maestro como mediador pedagógico, acompañante vital. Esta propuesta, abanderada por Francisco Gutiérrez, Daniel Prieto, Cruz Prado y otros maravillosos pensadores de nuestro tiempo, nos permite reconocer al otro, en su forma e integridad, para favorecer experiencias plenas de sentido. La tarea, nada sencilla y crucial, es mediar contenidos, formas y lenguajes para que los estudiantes generen los aprendizajes vitales que necesitan. Otras formas de acto pedagógico son posibles.

@edoxvargas