EDUARDO VARGAS MONTENEGRO | El Nuevo Siglo
Viernes, 30 de Agosto de 2013

Pedestales para santos

Hay  muchos santos en los altares, y todos han llegado allí después de muertos. Sí, desde diferentes perspectivas espirituales estamos llamados a la santidad, que yo interpreto como el actuar con belleza, pensar con verdad y sentir con bondad. Pero, ¡ah, qué difícil es! Nuestro ego, esa maravillosa construcción que hicimos -desde el vientre materno hasta el final de nuestra primera infancia- para sobrevivir emocionalmente, nos suele jugar malas pasadas.  Y no siempre nos sintonizamos con la belleza, la verdad y la bondad.  Por ello los pedestales no están diseñados para los seres humanos, sino para los santos.  Mientras estemos en esta experiencia de vida, estamos expuestos a las impertinencias del ego. 

En las competencias deportivas es común entregar los premios a los ganadores en podios escalonados para discriminar quién llegó de primero, de segundo o de tercero. Eso tan importante en las lógicas ganar-perder, no resulta tan fundamental en la cotidianidad. No requerimos podios en la vida diaria, aunque el sistema social nos obligue a ser vencedores. En realidad los podios sobran: son pedestales en los que nos colocamos o nos colocan, para seguir el juego de la competencia, el sentirnos más importantes que los demás, aunque sea por un ratico.

Colocar a otros seres humanos en pedestales no es un buen negocio. Las exaltaciones de las virtudes del otro, el reconocerlas en exceso, hacen que el otro se divinice. Por ello cuando un personaje famoso, que goza de las mieles de la celebridad, comete un simple acto humano y se equivoca, la sociedad se viene contra él o ella lanza en ristre, pues de alguna manera traicionó las expectativas puestas en su comportamiento. ¿Cómo es posible que el deportista del año tenga esa actitud displicente? ¿Cómo, que esa cantante reaccione de esa manera? ¿Cómo, que el pastor o el sacerdote sean tan incongruentes? Antes de ser deportistas, cantantes famosos o líderes religiosos, son seres humanos. No han perdido esa condición y tienen derecho a conservarla. Poseen, como todos, derecho a equivocarse y a enmendar.

Ponernos nosotros mismos en el pedestal, o permitir que otros lo hagan, tampoco es negocio. Posiblemente nos comamos un rato el cuento de creernos mejores que los demás, o que incluso les vendamos bien esa fabulosa historia. Pero como también seguimos siendo humanos, tarde o temprano nos equivocaremos, defraudaremos y nos bajarán del pedestal a punta de piedra. 

Si simplemente recordásemos que nuestra misión en la vida no es cumplir con las expectativas de nadie, si también tuviésemos presente que los demás no están para cumplir nuestras expectativas, viviríamos más libremente. Dejemos los pedestales para los santos. Mientras tanto, nosotros, simples mortales, dediquémonos a vivir con la mayor consciencia posible. 

 

@edoxvargas