EDUARDO VARGAS MONTENEGRO | El Nuevo Siglo
Domingo, 11 de Agosto de 2013

Estrés y desconexión

 

Una  definición rápida de estrés nos remite a una desarmonía que se genera cuando las demandas de los entornos a los que pertenecemos son superiores a los recursos con que contamos para resolver cada situación, coyuntural o permanente. Estímulos estresores pueden ser de todo tipo: la actividad imparable de un niño, que sus padres no atinan a comprender; el ruido feroz del tráfico, que se cuela por la ventana de una habitación; la jefe trabajólica, que no conoce límites; la reunión de comité, que constituye una prueba constante. Estas y muchas otras situaciones estresantes nos producen una serie de síntomas, que va desde el decaimiento anímico y sensación de cansancio infinito, hasta malestares físicos y enfermedades crónicas.

Contrarrestar el estrés sería más sencillo si lográramos cambiar cada situación que nos aprieta. Y ahí arranca el problema, en la dificultad -más o menos evidente- que podemos tener para aceptar lo que hay. Aunque para muchas personas los cambios no representan problema alguno, para muchas otras el cambio es aterrador.  No se trata solamente de cambios de ciudad o de trabajo, sino de unos más cotidianos: de una vía fluida a un trancón, de una tarde soleada a una con borrasca… es lo que hay, y no lo podemos cambiar. Sin embargo, sí podemos cambiar nuestra actitud frente a eso que nos estresa.  Esto es bien sabido, el punto es desde dónde hacer ese cambio.

El amor es mucho más que un tema romántico o un asunto que llena páginas rosa. Es la fuerza creadora y sostenedora de todo cuanto existe, la vida misma.  El estrés llega cuando nos desconectamos de esa fuerza creativa que todos tenemos dentro y vibramos con el miedo, la rabia y la frustración, que generan ansiedad y desbalance.

El estrés es, entonces, desamor, pues olvidamos nuestro propio poder de acción en las circunstancias que nos ponen en jaque. Es en la conexión con nuestro propio interior, y en sernos fieles a nosotros mismos, en donde el estrés se transforma en eustrés, cuando al explorar cada milímetro del mundo, en cada situación, conservamos nuestra armonía. 

Conectados con nuestro interior podemos reconocer que somos poderosos, y que llega a nuestra vida lo que estamos en capacidad de asumir. Y si nos sentimos en el lugar equivocado, desde la conexión podemos movernos hacia espacios en los que no traicionamos nuestros propios ideales o donde somos más valorados, pues ya nos hemos valorado en el interior. Desde el amor, que está adentro, podemos relacionarnos mejor con el afuera, y podemos fluir mejor en las interacciones. Podemos comprender que la única manera de actuar no es luchando, sino que el hacer amoroso y fiel nos mantiene en armonía.

@edoxvargas