EDUARDO VARGAS MONTENEGRO | El Nuevo Siglo
Domingo, 20 de Julio de 2014

Sanar las guerras interiores

 

“La vida es un espejo de nuestra realidad interna”

 

El   viernes pasado escribía una frase que ahora reformulo: quien está en guerra interior, aunque no la busque afuera, la encuentra.  Lo que tenemos en nuestro mundo exterior, lo que vivimos en la cotidianidad, es reflejo de lo que nos sucede en el adentro.  Sí, la vida es un espejo en el que proyectamos nuestra realidad interior.  Ese trabajo de conectarse interiormente es sencillo, más no fácil: evidentemente, es preciso hacer grandes esfuerzos para estar con plena consciencia de las vivencias del día a día; en ello radica la dificultad, pues implica tener simultáneamente dos focos de atención, el de adentro a través del cual podemos manejar el de afuera.  Más fácil es tener solamente el foco de afuera, necesario, importante, pero no suficiente. ¿Y adentro?

Por eso desde el exterior se nos suele llamar la atención de manera sistemática sobre lo que pasa en nuestro mundo interno.  ¿Por qué en sociedades llenas de violencia, guerras y camorras de todo tipo, hay personas que parecen estar por encima de esos conflictos, pase lo que pase? Creo que es porque en su interior han encontrado el sosiego, se han conectado verdaderamente con la Fuente y experimentan gozo en cada situación de la vida, sea la que fuere.  Millones de personas, los más, están sintonizados con algún tipo de violencia.  He podido experimentar a lo largo de mi trabajo cómo los conflictos que las personas viven en sus entornos –familiares, de pareja, sociales, laborales…– responden a dinámicas interiores que no han podido superar y que incluso ignoran.

Es esa la razón que subyace a la obsesión frenética por la felicidad, buscada generalmente en el lugar equivocado. Las guerras interiores no permiten que la felicidad dure un poco más ni que la armonía permanezca.  Guerra con nuestra familia de origen, con nuestro papá o nuestra mamá, y en general una guerra con las generaciones que nos precedieron.  Guerra porque no me dieron esto o porque me sobró aquello; porque fui el primer hijo y no sabían cómo criarme, o el del medio y no me veían, o el último y me sobreprotegieron.  Guerra porque sí y porque no.  Claro, dado que ni la mamá ni el papá son perfectos, la crianza está llena de errores.  En la medida en que nos reconciliemos con esas equivocaciones y las asumamos como oportunidades para aprender, las guerras externas demorarán y finalmente no nos alcanzarán.

Si dejamos de juzgar nuestra historia y la aceptamos como fue, ¡como fue!, podremos reconciliarnos con la vida. Claro, implica mirar compasivamente hacia adentro, a nuestros padres y nuestras circunstancias. Es posible abrazar esa historia y honrarla. Al sanar las guerras de adentro, evitamos las de afuera.

@edoxvargas