La caja de Pandora
Con bastante frecuencia escucho y leo una frase de esas que de tanto repetirse corren el riesgo de volverse ciertas: el tiempo lo cura todo. Resulta que no. Seguir dejándole al tiempo la tarea que nos corresponde a nosotros, la de sanar, es continuar en la zona de confort de no mirarnos por adentro. No conozco el primer ser humano que no necesite sanar algo en su vida. Sé del miedo profundo de muchos líderes a perder su posición y reconocimiento; asimismo, del dolor de alguien que fue objeto de agresiones y abusos, como también de la rabia de aquellos que tuvieron que ponerse a la altura del papá para defender a una madre violentada sistemáticamente. Debajo de todas esas magulladuras hay niños y niñas con rabias, celos, miedos, angustias y dolores, o con necesidad de ser amados, reconocidos y valorados.
Crecemos con todo eso adentro, lo que tarde o temprano se manifiesta en fracasos laborales, adicciones, problemas de pareja o en enfermedades físicas, entre otra multitud de vivencias, que nos empecinamos en calificar de “malas”. La mayoría de las veces las heridas permanecen abiertas, pues en la infancia no teníamos las herramientas suficientes para sanarlas, y porque tampoco era la oportunidad para resolverlas. Teníamos que jugar y aprender, en el mejor de los casos; en otros, extremos y dolorosos, trabajar y sobrevivir. Pero como para cada situación llega su tiempo, en algún momento nos vemos impelidos a resolver esos entuertos de la niñez.
Como en el mito de la caja de Pandora -absolutamente machista, por cierto-, que guardaba todos los males que aquejaban a la humanidad, pero también la esperanza, tenemos la posibilidad de destapar eso que guardamos adentro. Aquí el riesgo es sanarnos, esfuerzo en el que se requieren valentía y constancia. Las heridas abiertas se pueden cerrar con el tiempo, pero no se curan; por el contrario, se infectan. Es posible que la superficie se vea bien e incluso que no presente síntomas, pero en algún momento saldrá a flote lo que hay que sanar. De la misma manera, las heridas emocionales requieren atención con plena consciencia para poder ser resueltas.
Solemos no tener el tiempo para revisar nuestro interior, y paradójicamente dejamos que sea ese tiempo el que “lo cure todo”. Así, vamos entrando en la comodidad del dolor, por miedo a sentir más dolor si destapamos la herida. Por ello es recomendable reconocer las lesiones y facilitar que sanen y cicatricen, ya trabajadas. Una cosa es emprender conscientemente un proceso interior que toma tiempo y otra muy distinta dejarle a éste una tarea imposible, pues pasa por delante pero no vive nuestras vidas. Al destapar la caja hay esperanza.
@edoxvargas