Buen viaje
Creo que a los muertos hay que dejarles en paz, no tanto por desearles el descanso eterno, sino precisamente por todo lo contrario: el camino de la consciencia es largo y culebrero, y una vez traspasamos el umbral de la muerte nos falta mucho, mucho, por recorrer en la dinámica existencial de las almas. Y para poderla cumplir, una vez abandonamos el cuerpo físico, necesitamos cortar con los apegos generados en esta experiencia material. De ahí que ayudemos a nuestros muertos más con el desprendimiento amoroso que con la añoranza perenne por quien ya partió. Hoy quiero dejar ir en paz a Nelson Mandela, quien encarnó a mi modo de ver el nuevo paradigma de la humanidad, ese que en algún momento de la historia nos ayudará como especie a dar la vuelta, pero que aún no resuena en suficientes corazones como para transformarnos de una vez por todas.
Me parece apenas justo dejarlo ir, luego de una vida fructífera, ejemplificante e intensa, con los necesarios errores que le hicieron plenamente humano y le permitieron los aprendizajes fundamentales que nos deja como legado. Creo que es sensato soltar a la figura y recoger su herencia, lo que no hemos aprendido a hacer del todo en nuestras culturas llenas de mártires, santos, próceres, e ídolos nacionales, de cuyos nombres se nos llena la boca cuando queremos exaltar los ánimos y apelar a nacionalismos baladíes. El legado de Mandela es para toda la humanidad y la mejor manera de honrarlo sería poniéndolo en práctica, aquí y ahora, empezando por los conflictos de nuestra cotidianidad.
¿No será hora de soltar el resentimiento hacia el vecino que nos injurió, la pareja que nos abandonó, la amiga que nos traicionó...? ¿No será ya el momento para reconocer que la plena libertad no consiste en vivir sin barrotes sino en soltar todo aquello que nos encadena al alma? ¿No será, en últimas, el tiempo para sanar nuestras propias heridas, pedir perdón, perdonarnos nuestras propias equivocaciones, y soltar toda idea de crimen y castigo? Infortunadamente, parece que no, al menos para gran parte de los individuos y las sociedades.
El cambio en la consciencia es inicialmente individual y, por el momento, de a poquitos. Como lo semejante atrae lo semejante, en la medida en que un ser humano comprende la importancia de soltar todo tipo de luchas, guerras y confrontaciones, y se aventura en la acción amorosa, resuena con otro que está en la misma frecuencia. Así, paulatinamente, se transformarán personas, sociedades, países. Sí hay esperanza: el día que cesemos por completo las guerras, de adentro y de afuera, reconoceremos nuestra esencia de amor y haremos realidad el legado de Mandela. ¡Buen viaje, Madiba!
@edoxvargas