TOMANDO NOTA
Hermosa tarea
La entrevista que le concedió Adolfo Pacheco a Yamid Amat hace poco tiempo, a propósito del lanzamiento del libro de lujoso formato que patrocinó el magistrado Jorge Pretelt sobre la vida del gran intérprete de la música vallenata, tuvo una especial connotación en cuanto a los recuerdos que hiciera sobre el apoyo que recibió de Ricardo, el padre de Jorge- (q.e.p.d) y de lo cual doy fe porque fui testigo de aquella amistad estrecha entre el probo político cordobés y el maravilloso juglar bolivarense.
Sirvió aquella entrevista, además, para apreciar el aporte de la familia Pretelt a la cultura regional, pues, en el caso de Jorge, también otros grandes intérpretes de nuestro folclor musical: Pablito Flores y Alejo Durán, recibieron su apoyo, y de cuya amistad también disfruté porque los dos le pusieron música a mis campañas políticas; Alejo, en mis visitas a Planeta Rica -a quien le llevé un acordeón que le había traído de Moscú al término de mi misión diplomática, y Pablito, en las parrandas que organizaba mi compadre Óscar Louis Lacka, en su casa solariega de Ciénaga de Oro.
Durante muchos años, además, los lectores monterianos tuvimos la oportunidad de proveernos de libros de la única librería que existía en la ciudad, precisamente de propiedad de Jorge Pretelt (Domus librus). Luego se vinculó a la Universidad Sergio Arboleda, de la cual fue uno de sus fundadores.
¿Por qué este largo introito? Porque pese al parentesco -Jorge está casado con mi sobrina Marta Ligia-, hube de enfrentarme a él, como vocero que fui de los excongresistas pensionados y no propiamente en términos de baja intensidad crítica, durante la audiencia que se realizó el 21 de enero de 2013 en el salón de actos de la Corte Constitucional, para oponerme al proyecto de fallo que como Ponente había elaborado y en el cual, en mi concepto y el de otros intervinientes, como el Procurador General de la Nación y el entonces Presidente del Consejo de Estado, se atentaba contra principios que en la legislación universal estaban consagrados como pilares del derecho constitucional democrático: el respeto a los derechos adquiridos y a la no retroactividad de las leyes, y sobre la base de una equivocada interpretación del “derecho viviente”.
Advertí luego que la seguridad jurídica -que trasciende más allá del interés particular-, tenía que ver, precisamente, con la preservación de esos principios fundamentales, los cuales, desde cuando se produjo el fallo de marras, quedaron en interinidad, como lo advirtiera también el hoy superministro Néstor Humberto Martínez, en artículo que publicó el periódico Ámbito Jurídico.
Tengo claro, además, que mis reparos jurídicos fueron expuestos dentro del respeto debido que merecen quienes administran justicia. Celebro sí que el magistrado Pretelt haya seguido el ejemplo de su padre, exaltando los valores de nuestra cultura regional. Hermosa tarea, en la cual ojalá persista.