¿Quién le teme a humanizar la guerra?
El error cometido tanto por el Gobierno como por las Farc, al pactar las negociaciones de La Habana, fue el de no colocar como premisa imperativa el respeto al Derecho Internacional Humanitario. Se prefirió dialogar dentro de un conflicto sin reglas, donde se podrían cometer hechos atroces o de lesa humanidad y otros actos prohibidos de guerra, sin que tuvieran efecto alguno para interrumpir las negociaciones
Los compromisos de Colombia frente a los Convenios de Ginebra y el Tratado de Roma se dejaron a un lado, para permitir que continuara la guerra sucia en nuestro país. Dentro de ese esquema, en dos años de negociaciones, se han cometido hechos abominables, cuya enumeración agotaría el espacio de esta columna. Pero se necesitó que cayera en redes de las Farc, como rehén, un General de la República, para que el Gobierno respondiera más allá de las imprecaciones a que nos tiene acostumbrado el Ministro de Defensa.
Los otros secuestros, asesinatos de policías y soldados por fuera de combate, los ataques a la población civil ajena al conflicto, no habían sido suficientes para parar las negociaciones, cuando muchos colombianos habíamos demandado, hasta la saciedad, que se le pusieran condiciones humanitarias al proceso de paz para poderlo proseguir.
Ahora, ante la gravedad del apresamiento del general Alzate, con repercusiones políticas impredecibles, se habla de acordar el “desescalamiento del conflicto”; acuerdo que significaría que las partes se comprometerían (¿o sólo las Farc?), a continuarlo con menor intensidad, pero sin prohibir que se cometan, simultáneamente, hechos prohibidos de guerra, enunciados prolijamente en los Convenios de Ginebra….
¿Será posible que semejante propuesta se abra paso? Pues, “mientras continúe la confrontación se van a presentar hechos como este (la toma como rehén del general Alzate) e incluso más graves”, según declaraciones de las Farc . (El Tiempo, 19/11/2014, página 2).
Quienes tenemos una visión integral del Derecho Internacional Humanitario y de los Derechos Humanos, no podemos ver con buenos ojos que el Gobierno acepte el tal “desescalamiento del conflicto”, con el cual sólo se le bajaría la intensidad, en el tiempo, a las violaciones del DIH.
En cambio, ¿por qué no se firma un acuerdo de respeto al DIH, en el sentido de que nuestro conflicto sea regido por sus normas, mientras se pacta la paz? El desprestigio del actual proceso de paz, obedece, precisamente, a que se ha venido desarrollando dentro de un marco antiético insostenible. Y moriría, seguramente, en las urnas del referendo, si no se da un viraje para recomponerlo en los términos planteados. Ese es el sentimiento nacional pero el cual se pretende ocultar. ¿Quién le teme a humanizar nuestra guerra? La palabra la tiene, otra vez, el presidente Santos.