La silla invisible
Seguir negociando la paz, sin ponerle reglas a la guerra, es una insensatez. Y creer, de contera, que quedamos bien con solo condenar los actos de barbarie, como lo hace un día sí y otro también, nuestro Ministro de Defensa, produce indignación. Por lo menos, en quienes no somos caídos del zarzo.
La verdad es que se vuelve sospechoso que ni los negociadores del Gobierno, ni los de la Farc, hayan propuesto parar la guerra sucia mientras se pacta la paz. De hacerlo sería la prueba inequívoca de que las partes enfrentadas están interesadas en ponerle punto final a nuestro conflicto. Pero como han transcurrido dos años sin que haya una sola semana en que no se hubieran cometido actos de guerra prohibidos por el Derecho Internacional Humanitario, suena a hipocresía que se nos diga que en Colombia se ha creado un ambiente propicio para la paz, o que estamos preparados para aprobar los acuerdos de La Habana en el referendo que se anuncia y cuya conveniencia se ha querido adornar, incluso, con los buenos versos del senador Roy Barreras…
Si el cese el fuego -bilateral o unilateral- ha sido rechazado en La Habana, ¿cuál la razón para que no se haya abierto paso, en cambio, un pacto mínimo de respeto a las reglas del Derecho Internacional Humanitario? ¿Sería, acuerdo inaceptable, el de no reclutar niños para la guerra, no sembrar más minas antipersonales, no secuestrar ni atacar a la población ajena al conflicto, no cometer crímenes fuera de combate, no atentar contra el medio ambiente, o que no haya falsos positivos ni desapariciones forzadas, mientras en La Habana se pacta el diseño de un nuevo país?
Desconocemos las razones por las cuales se ha prescindido de celebrar ese pacto humanitario. Alguna vez, el presidente Santos habló de él en una de sus visitas a España, pero el presidente de la delegación colombiana, señor De la Calle, expresó, después, que “lo importante era acabar la guerra y no humanizarla”. (Frase para enmarcar en los hospitales o en los centros de rehabilitación donde han llegado las víctimas de la guerra sucia, durante estos dos años de negociaciones de La Habana …) .
Para nada sirven, entonces, las palabras enérgicas del Ministro de Defensa cuando rechaza los hechos de barbarie que se cometen durante la guerra sucia que se libra en Colombia. Si en La Habana no se replantean las condiciones para pactar la paz -comenzando por humanizar la guerra- resulta una entelequia hablar del posconflicto. En efecto, si el Gobierno no abandera ese noble propósito, es difícil pensar en que termine nuestra guerra prontamente. Porque siempre habrá interesados en financiar la muerte y no en financiar la vida. Como los fabricantes y proveedores de armas. ¿Acaso éstos tendrán una silla invisible en la mesa de negociaciones de La Habana?
Ojala haya repuesta a esta pregunta.