TOMANDO NOTA
¡Parar la guerra sucia!
EL país debe rodear al presidente Santos en su exigencia hecha a los grupos subversivos de las Farc y del Eln, para que cesen los ataques a la población civil, ajena al conflicto; exigencia que debería extenderse contra todos los actos de lesa humanidad o crímenes de guerra, prohibidos por el Derecho Internacional Humanitario. El criterio de los insurgentes en el sentido de que es necesario cometer esos actos para obtener mejores términos de negociación con el Estado, está inspirado en una idea perversa que, lejos de darle una posición política respetable ante propios y extraños, contribuye, contrariamente, al desprestigio de la causa revolucionaria que ellos han abanderado, y de contera, a que crezca el rechazo del pueblo contra esas organizaciones que atentan contra sus intereses vitales.
Realizar actos de guerra prohibidos, mientras se negocia la paz, no solamente es una afrenta contra el Gobierno que busca la solución política del conflicto, sino un acto de estupidez que mina el propio proceso de paz, el cual puede llegar a ser éticamente inviable y jurídicamente imposible, por esa razón.
No se entiende, además, que cuando se quiere ambientar la reinserción política de los guerrilleros a la vida institucional del país -otorgándoles incluso derechos de representación en los cuerpos colegiados-, los potenciales beneficiarios propicien y ejecuten hechos que les quitan piso moral a propuestas semejantes, las cuales no podrían tener futuro alguno en el referendo que se ha planteado para aprobar los términos de la paz que se acordarían en La Habana.
Entonces, ante la escalada de violencia guerrillera, las palabras conminatorias del presidente Santos, dirigidas a los movimientos subversivos de las Farc y del Eln, tienen plena justificación. Lo que no puede quedar indefinido, sin embargo, es saber cómo se deben cumplir las exigencias humanitarias hechas por el primer mandatario de los colombianos, más allá de simples advertencias en la Mesa de negociaciones de La Habana.
Con todo respeto, señor Presidente, no hay otra solución a la vista que parar la guerra sucia. Un proceso de paz que se adelanta sobre la base de tolerarla, no puede proseguir.
“La paciencia no es eterna “, apuntó ayer el editorialista de El Nuevo Siglo, y agregó: “no se entiende que a medida que se eleva la retórica de la reconciliación se incremente paralelamente la agresión subversiva”, frase que recoge, téngalo por seguro, señor Presidente, el sentimiento nacional.
Con el expresidente López en el pasado y hoy , con el expresidente Samper a la cabeza, hemos pedido la celebración de un pacto mínimo de respeto al DIH, mientras se firma la paz. ¿No habrá llegado el momento de proceder en tal sentido?
Usted tiene la palabra, presidente Santos. Por supuesto que dentro del marco ético de la guerra, el DIH es de doble vía y su respeto cubre a todas las partes del conflicto.