Digamos solo verdades…
No tengo en mis cuentas de adversarios del Gobierno, al columnista de El Tiempo, Mauricio Vargas. Contrariamente, lo considero como un buen amigo del presidente Santos cuando le dice sus verdades, las cuales, por su objetividad, contrastan con informes hechizos de altos funcionarios del Gobierno y con ciertos comentarios de periodistas incondicionales que todo lo ven color de rosa.
Mejor favor le hacen al gobernante quienes le dicen la verdad, dijo el Libertador Simón Bolívar, en frase lapidaria que ya hace parte de su testamento ético.
Actitud parecida a la de Mauricio Vargas hemos asumido otros columnistas que, como en mi caso, somos amigos del proceso de paz, pero el cual consideramos que no se ha enmarcado dentro del respeto al Derecho Internacional Humanitario, al no elevar su aplicación a compromiso entre las partes del conflicto. Porque en el DIH existe una tabla de hechos de guerra prohibidos; tabla que, sin embargo, no se ha incorporado al proceso de paz de La Habana.
Omisión imperdonable que nos permite afirmar que, por la frecuencia de hechos de guerra sucia, como el reciente asesinato a mansalva de policías, y de civiles ajenos al conflicto, el proceso de paz anda cojo; por cuya razón no se ha podido aprestigiar en la conciencia del pueblo colombiano.
Resulta, entonces, celebración precaria, la de los directores de los partidos políticos que apoyan al Gobierno (entre ellos el PLC en que milito), al pensar que, por los resultados de las elecciones del pasado domingo -que permiten vaticinar que en un Congreso mayoritario afecto al Gobierno se aprobará la ley de referendo-, crean, al mismo tiempo, que el pueblo adoptará el contenido de los acuerdos de paz, cuando lo vote en las urnas. No somos tan optimistas, pues, para proyectar una buena imagen del proceso de paz, no basta trinar “viva la paz, viva la paz”, como lo hacía el colibrí en los versos de Luis Carlos López, “cuando el pobre pajarillo trinaba tan feliz (pero) sobre el anillo feroz de una culebra mapaná”.
Valga el símil, señor Presidente. Sabemos que usted es consciente de la conveniencia de aplicar las reglas del DHI, en nuestro conflicto interno. Lo dijo en Madrid, España, hace aproximadamente dos meses; declaraciones que celebramos en esta columna como una decisión suya de carácter trascendental…. Pese a esas declaraciones, en el proceso de paz no se ha incorporado esa cláusula ética, acaso porque existe una fuerza encubierta que se interpone y de manera insensata, señor Presidente.
La repetición de hechos sucios de guerra podrían no solamente poner en riesgo el propio proceso de paz sino también su reelección, señor Presidente. Es nuestra reflexión, porque hemos sido campaneros de la necesidad de humanizar la guerra mientras llega la paz; opinión que hemos venido expresado muchas veces en este periódico: ejemplo de tolerancia y respeto al pluralismo ideológico.