¡Parar la guerra!
Mejor sería parar la guerra mientras se negocia la paz. Pero es tal la desconfianza mutua de las partes del conflicto que se prefirió seguir matando, con violación incluso de los derechos humanos y las reglas del derecho internacional humanitario dentro del escenario de una guerra sucia.
El no haberse proscrito en la agenda de La Habana prácticas prohibidas de guerra ha debilitado la credibilidad en el proceso de paz. Reflexión que hacemos en momentos en que la columna “Teófilo Forero”, perteneciente al grupo subversivo de las Farc, preparaba un atentado contra el expresidente Uribe y el fiscal Montealegre, si se le cree al ministro Pinzón, partidario, sin embargo, de la vía de la guerra para ponerle fin al conflicto dentro del marco beligerante de sus discursos de cuartel.
La premisa de abrir el proceso de paz con un acuerdo mínimo de sometimiento a exigencias de reglas civilizadas de guerra -que las hay debidamente desarrolladas en los convenios de Ginebra, en el siglo XX y en los celebrados en la Haya, a finales del siglo XIX-, no fue adoptada en la mesa de negociaciones, aunque las Farc la propusieran en algún momento (para nuestra sorpresa), pero rechazadas por el embajador plenipotenciario del Gobierno -para más señas jefe de la delegación, con la frase acuñada, de poco seso, de que el Gobierno estaba más interesado en terminar la guerra que en humanizarla-. De ahí que para el Gobierno, los atentados, entre estos los anunciados contra el expresidente Uribe y contra el fiscal Montealegre -afortunadamente frustrados -, los secuestros, la siembra de minas quiebrapatas, la toma de rehenes, los ataques a la población civil, la voladura de torres de energía, pueden continuarse por parte de las Farc, y también los falsos positivos, los bombardeos no controlados y las desapariciones, por parte de la fuerzas del Gobierno; todo lo cual entraña un contrasentido. En efecto, carecer de fundamentos éticos en la implementación del proceso de paz, lejos de aprestigiarlo lo desprestigia.
Hasta el momento (5 a. m. - 13 de noviembre), los negociadores de las Farc no se han pronunciado sobre el atentado que habría preparado una columna que hace parte de su organización; a no ser que se trate de un grupo que no reconoce el mando de quienes ofician como representantes del movimiento guerrillero en La Habana. De no ser así, es decir, si hay unidad de mando en las Farc, que se pare la guerra para negociar en serio y crear confianza nacional en el proceso. Y para que, de contera, sus resultados puedan ser refrendados en las urnas por el pueblo colombiano. Si no se crea esa confianza, puede hablarse de un fracaso anunciado.
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PD. Expresamos nuestro profundo pesar por la muerte de Carlos Delgado Pereira, gran señor y eminente colombiano.