Pista para la paz
Aterricemos. Si no hemos ganado la guerra, no podemos imponer la paz, y como nuestro Ejército, en 50 años, no ha dado el parte de victoria, la única vía posible es la política para lograrla.
Con todo, el éxito de toda negociación política depende del procedimiento que se escoja para tramitarla. Haber puesto a un lado el respeto al DIH, en los 5 puntos de la Agenda de La Habana, fue un gran error. Ya lo habíamos dicho en artículo anterior: se imponía ese acuerdo mínimo -pero de extraordinaria trascendencia-, para iniciar el proceso; omisión que ha sido costosa, pues la ocurrencia de crímenes atroces mientras se dialoga en La Habana solo ha conseguido desprestigiarlo.
De este aspecto del conflicto, no se habló en la audiencia reciente de la Corte Constitucional. Extrañamente, solo hubo referencias al marco jurídico y humanitario del posconflicto, pero sin detenerse al que debe regir mientras termina la guerra, tanto más cuanto el plazo para acordar la paz no se va a cumplir dentro del cálculo que había hecho el Gobierno y la propia insurgencia.
Con todo habrá que celebrar que la actitud de la Corte constitucional no sea la inflexible que muchos esperaban, como la que ha inspirado el señor Vivanco de Human Rights Watch, cuyo criterio, de atenderse, haría imposible que los colombianos pudiéramos soñar siquiera en la terminación de nuestro conflicto interno armado en otros 50 años.
Si: aterricemos en la pista para la paz. Como se ha procedido en otros países del mundo que debieron sacrificar algunos principios en aras de la convivencia. Esta, en verdad, sólo es posible pactarla Colombia dentro del marco de la justicia transicional y bajo condicionamientos rigurosos que el Congreso de la República señalará en las leyes estatutarias que debe expedir, si la CC da el visto bueno. Esos condicionamientos tendrán que ver con el derecho de reparación a las víctimas, el pleno conocimiento de la verdad y la solicitud de perdón, entre otras exigencias.
L a revista Semana recogió en el titular de la carátula, el dilema insoslayable: “Al Capitolio o a La Picota”.
No tenemos noticia de que en los países del mundo donde se han firmado pactos de paz con la insurgencia se haya enviado a purgar cárcel a sus líderes. Las figuras de la amnistía o del indulto, incluso, han hecho parte de la historia de los conflictos, y si, para realizar el derecho a la paz de los colombianos -que es un derecho fundamental, oponible a otros y de carácter preferente-, se hace necesario acudir a esas concesiones, habrá que hacerlo.
Pero ojala se le consulte al pueblo, señor presidente Santos, esa determinación. Ningún respaldo mayor puede obtener un presidente demócrata que el de la expresión soberana de sus gobernados. Somos optimistas.