Diego Arango* | El Nuevo Siglo
Jueves, 2 de Abril de 2015

SEMILLA EN LA NIÑEZ

Amar a Dios

Amar  a Dios sobre todas las cosas de la vida reza el primer mandamiento de la ley divina. Este es un mandamiento conque todos nacemos, pues cuando se es niño el alma está limpia, transparente, es un libro que apenas se empieza a llenar. Pero en la medida que una criatura va creciendo su alma se va desarrollando y con ella la consciencia.

Sucede ahí el registro que presagia una vida en Dios o sin él, o quizá con un poquito de Dios pero nada importante, el niño se interna en el mundo de las  cosas: los juguetes, los amigos, el colegio, el juego, los deportes, la televisión, internet, las redes sociales, los videojuegos y tanto atractivo que olvida lo más importante, a Dios. Luego en los primeros amores, la juventud, la vanidad, el trabajo, el dinero y la búsqueda del éxito. Después los problemas, el vacío existencial, los desengaños y tristezas. Más aún hoy, donde el secularismo y la tendencia autosuficiente de una vida excesivamente material, hace que se olvide de la existencia de Dios con todas sus bondades.

Es en la niñez donde se siembra la semilla del amor a Dios y con ella también el temor a Dios. SÍ, el temor de ofenderlo, de llevar una vida vacía, hueca, donde el amor se manifieste principalmente en la sensualidad y el materialismo. Saber esto comporta una práctica y esta se inicia en la familia, con los padres, en su inmensa responsabilidad de formar cristianamente a sus hijos y con ellos luego a sus nietos y así sucesivamente en la tradición de la fe.

La mayor responsabilidad con nuestros hijos es inculcarles el amor a Dios, luchar contra todo aquello que los invade, depositar una fe sólida en ellos, luchar por mantenerla y hacer que eso perdure en el tiempo hasta que se logre depositar en lo más profundo de sus corazones y así alcanzar un desarrollo de consciencia de fe que los acompañe en sus vidas evitándoles peligros, caminos errados y garantizándoles una vida sana y plena.

Finalmente creo que lo más fácil y práctico es albergar a Dios en su cuerpo, alma, mente y espíritu para que Él obre positivamente en nosotros y  con ello nos ayude a llevar una existencia terrenal digna, eficaz y feliz que nos permita alcanzar la vida celestial y no un arrepentimiento donde ya todo sea tarde y solo quede la tristeza de no haber  conocido y amado a Dios.

www.diegoarango.com

*Presidente Canal Teleamiga Internacional

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