La semana pasada cuatro jóvenes mujeres de origen colombiano ganaron las nominaciones de sus respectivos distritos en la ciudad de New York para ser candidatas del Partido Demócrata al Congreso de su Estado, lo que les garantiza sus curules pues su Partido en la capital del mundo no tiene rival.
Esa noticia no tiene precedentes ya que a pesar de que la comunidad colombiana es muy grande en NYC nunca había logrado representación política, como si lo han conseguido otras comunidades latinas más pequeñas pero bien organizadas como la dominicana o la ecuatoriana.
Esto me motiva a hacer algunas reflexiones sobre nuestros compatriotas asentados en el exterior. Aunque no hay certeza de su número exacto, todo indica a que debe rondar los cinco millones, es decir, un poco más del 10% de nuestra población, la mayoría de ellos en Venezuela, Estados Unidos y España.
Independientemente de su número, el creciente flujo que recibe nuestra balanza comercial producto de sus remesas mensuales hace que no pasen desapercibidos, recordemos que dichos envíos se han convertido en el segundo rubro de ingresos de divisas que tenemos solo superado por la exportación de petróleo.
Con tales antecedentes es necesario que el Estado construya una sólida política pública de doble vía para estrechar relaciones con ellos conociendo sus claros deseos de colaborar con el país en todos los campos.
Recordemos la gran ayuda que han aportado en casos de calamidad interior como fue el terremoto de Armenia, en ese como en otros casos semejantes, su movilización y apoyo fue notable. Destacándose sobre todo en aquella oportunidad la bien organizada colonia de Montenegro, Quindío, en Morristown New Jersey.
Durante mi trabajo como Cónsul General Central en New York, fui testigo del enorme interés en colaborar en el desarrollo de nuestro país que tiene dicha comunidad en todos los campos. Su potencial es fantástico.
Sería ideal volver a estudiar la posibilidad de que desde el Palacio de San Carlos sigan el ejemplo de lo hecho en México con su gigantesca diáspora para quienes crearon el Instituto De Mexicanos en el Exterior (IME), cuya arquitectura institucional es ejemplo de cómo darle vocería a la gigantesca comunidad en EE.UU. para que sus aportes no solo sean las remesas sino también otros temas de importancia.
Imitando tal experiencia durante el segundo periodo del presidente Álvaro Uribe se dieron unos primeros pasos creando el programa Colombia Nos Une, pero después de entusiastas impulsos iniciales no avanzó, ahora debe fortalecerse incluso elevando su presupuesto e importancia.
Por fortuna el nuevo canciller Holmes Trujillo ha demostrado tener intenciones de estrechar vínculos con la comunidad de colombianos en el exterior ampliando la atención en los Consulados y su nuevo Representante en la Cámara, Juan Vélez, tiene también intenciones claras al respecto. Ojalá sea el momento de construir sobre este tema un sólido programa.
Creo que con la llegada de las nuevas congresistas las cosas pueden facilitarse pues New York es casi un Estado Santuario que cuenta con recursos para apoyar estos fines.