Buena terna
LA terna para elegir Fiscal, presentada por el presidente Juan Manuel Santos es un respiro, un alto en este proceso acelerado de desinstitucionalización que padecemos, un signo de esperanza en esta degradación de la majestad de la justicia.
Que retorne a un cargo de tanta influencia en la vida nacional, que se ha convertido en eje de la administración de justicia, un hombre o una mujer con plena conciencia de Estado, de separación respetuosa de los poderes públicos, de la necesaria vigencia de los valores democráticos, de la recta interpretación de la ley, con sentido de país, le abrirá a los colombianos un horizonte nuevo, bien distinto al actual sometimiento gradual y sistemático del estado de derecho a la dictadura de las minorías.
Está por delante la tarea trascendental de dignificar lo que la instrumentalización política lleva a extremos mortales para las bases de un sistema democrático. La administración de justicia debe obedecer únicamente al interés de la propia justicia, garantizar que sea pronta y cumplida y fortalecer entre los ciudadanos la certeza de que así es realmente.
La justicia contaminada de política entendida en el sentido peyorativo que la circunscribe al trajín electoral donde todo vale, inevitablemente ha producido la judicialización de la política. Y la interpretación y aplicación de las leyes se convirtió en un nuevo escenario de las luchas partidistas, que invadieron los despachos judiciales a los cuales no debieron ni asomarse.
La judicialización abrió el camino para poner en duda la legitimidad de las investiduras, neutralizar o liquidar a los contradictores y debilitar e intimidar a los adversarios, se enredó en las argucias de los carteles de falsos testigos que terminaron desacreditando las pruebas testimoniales, y creció el riesgo de obnubilarse con los malabares de los expertos fabricantes de escándalos mediáticos, que en lugar de esclarecer la verdad, buscan confundir.
Los colombianos quieren que la justicia se mantenga imparcial, hierática, con la balanza bien equilibrada, sin pesas artificiales y sin convertir la espada en un garrote amenazante, por ejemplo, para quienes desean la paz pero no comparten el cómo del actual proceso de paz. Esperan una justicia sin compromisos con nada distinto de la propia justicia, no una que por no ser justa exonere los delitos de lesa humanidad y satanice el delito común, ni que persiga delitos menores por razones políticas y absuelva crímenes atroces, también por razones políticas.
La elección del próximo fiscal se ha convertido en una de las movidas más importantes del ajedrez político nacional. Se vislumbra como una medición de fuerzas de los partidos con miras a la sucesión presidencial. Genera esperanza la calidad intelectual de los ternados, Néstor Humberto Martínez, Mónica Cifuentes y Yesid Reyes, sin embargo el verdadero interrogante está en saber cuál de ellos tendrá la suficiente entereza de carácter e independencia para encarnar la majestad de la justicia por encima de las presiones políticas, ¿Quién le retornará a su cargo credibilidad, confianza ciudadana y autonomía frente a las otras ramas del poder público? La palabra la tiene la Corte Suprema de Justicia.