DIANA SOFÍA GIRALDO | El Nuevo Siglo
Viernes, 8 de Febrero de 2013

¿Para qué sirven los impuestos?

 

Cuando apenas comienzan las protestas por los cobros de valorización en Bogotá y se oyen las primeras respuestas del gobierno local, los habitantes de la capital inevitablemente se preguntan ¿para qué sirven los impuestos?

Las autoridades del Distrito no pueden seguir improvisando al explicar las razones que justifican los cobros de valorización, si no quieren agregarle al descontento, que ya muestra sus primeros síntomas, una reacción generalizada y violenta  contra  la combinación de exigencias  absurdas  y explicaciones descabelladas.

Para encabezar el desfile de incongruencias se anuncia que habrá una reforma en el estatuto de valorización, con el fin de eliminar los errores del que rige en la actualidad. Y la noticia se publica en el preciso instante en que arranca una oleada de cobros por obras que no se hicieron todavía y que, por lo visto, tardarán tanto como para permitir que se encarezcan los costos, hasta hacer irrisorias las sumas recaudadas hoy y obligar a reducir su magnitud o a cobrar los excedentes. Con ese sistema diabólico los ciudadanos jamás acabarán de pagar esas sumas engordadas por el tiempo.

Las obras construidas antes del recaudo o  simultáneamente o pocos días después del pago de la contribución, demuestran la eficacia del sistema, lo justifican y tranquilizan al contribuyente.  Pero los cobros anticipados de obras que no se hacen o demoran una eternidad,  lo desacreditan y enardecen a la ciudadanía.

El nuevo estatuto de valorización que la Administración llevará  pronto al Concejo corregiría esta falla, al disponer que solo se cobrará valorización por obras terminadas. Pero esta norma no afectará los cobros actuales. Es decir, se reconoce que el sistema es injusto, tanto que                                      lo corregirán para el futuro, pero los cobros  seguirán vigentes, basados en ese sistema. Es como decirle al ciudadano: reconocemos la injusticia de hacerlo así, pero  así lo haremos. Lo atropellamos hoy pero propondremos  una norma para que no lo atropellen en el futuro. Déjese arrollar sin más protestas.

También se considera la posibilidad de cobrar valorización retroactiva para que los contribuyentes paguen por obras ya terminadas. Las troncales de Transmilenio, por ejemplo. Y como la imaginación de los fiscalistas es inagotable, si se abre esta tronera en la legislación nos cobrarán valorizaciones  por cuanta obra pública se hizo en Bogotá desde don Gonzalo Jiménez de Quesada hasta nuestros días.

De remate, se incluiría el mantenimiento de la malla vial…

 ¿Para qué sirven, entonces los impuestos? Si cada obra tiene que pagarse por valorización y el costo de cualquier servicio público se cobra por separado ¿para qué pagamos impuestos? ¿Para sostener una burocracia enorme, dedicada solamente a pensar cómo sacarle más dinero a los contribuyentes?

Y todo eso ocurre mientras se deteriora el entorno de una ciudad incapaz de administrarse racionalmente, con su progreso más atascado que si estuviera en medio de uno de los monumentales trancones de tráfico, que las autoridades locales son  incapaces  de desatorar.

¿Hasta cuándo se continuará abusando de  la paciencia de quienes viven  en Bogotá?