Los recientes desastres registrados en la naturaleza tanto en Australia, el Amazonas, Estados Unidos y otros lugares del mundo a causa de voraces incendios muy difíciles de controlar y que se propagan por las ventiscas que abren camino a las llamas.
De otra parte no podemos olvidar que en pasados años recientes han existido tsunamis, deshielos, avalanchas y desbordamientos de ríos por inmensas lluvias y huracanes que han hecho destrozos y cobrado vidas como nunca antes en la historia se había registrado.
Desde luego que la naturaleza en su sabiduría se protege y esta cobra venganza como dirían los orientales: “Gaía se rebela” o los indígenas “La Pacha mama no aguanta mas”. Es cierto, Dios nos dio este planeta para vivir en él, dotándonos de lo necesario para una existencia digna y sana, pero el hombre en su afán de poder, dominio y riqueza, creó la desigualdad, convirtiéndose unos en extremadamente ricos y otros en pobreza absoluta, pues este desbalance toca la madre tierra quien en su equilibrio ha tenido toda su estructura perfecta, pero la mano humana la ha desestabilizado con explotaciones indiscriminadas y sin calculo, como ha sido la extracción del oro sin límites, contaminando nacederos de agua, ríos, lagos y desde luego mares, degenerando las especies marinas, depredando por la pesca indiscriminada, acabando con las fuentes primarias.
La extracción del petróleo ha sido tan violenta que se han creado enormes bolsas en las capas geológicas, pues este precioso liquido es el que amortigua dichas capas permitiendo su movilidad necesaria, por eso es que se producen los temblores y terremotos al friccionarse ente si sin amortiguación. La explotación de piedras preciosas como diamantes, zafiros, esmeraldas y otras ha llegado a tales limites que países como Zimbabue, Sudáfrica y otros entre ellos Colombia es muy poco lo recibido ante aquellas enormes explotaciones.
El cambio climático, el aumento de 1.5 grados en la temperatura mundial traerá muchas mas desgracias incontrolables, mientras esto sucede las naciones no hacen sonar las campanas de alarma, la población reacciona y la política propone marchas mundiales. Esta no es la solución, dichas marchas solo se prestan como focos desestabilizadores de gobiernos a beneficio de ideologías de izquierda que se abrogan causas con fines políticos.
El mundo debe reaccionar y exigir a sus gobiernos atención, presupuestos y soluciones reales para controlar el calentamiento global de la cual muchos países industrializados son los responsables y quizas una medida eficaz sería que la población entrara en desobediencia fiscal y parara sus pagos de impuestos, para así obligar a los estados a asumir políticas efectivas en el control indiscriminado y abuso de la naturaleza. Estas medidas ciudadanas serían más efectivas que salir con una cacerola a la ventana o ponerse chalecos amarillos o romper la infraestructura de las ciudades alterando el orden publico, la tranquilidad, dejando muertos, heridos y afectando la actividad diaria de los ciudadanos.
¡El mundo está en peligro y es nuestro deber salvarlo!