A pesar de los mensajes optimistas del Presidente Santos y del Ministro de Hacienda, estamos próximos a terminar un lánguido semestre en materia de crecimiento económico. Podríamos vaticinar que en el segundo trimestre, el crecimiento será muy parecido al escuálido 1% registrado al finalizar los primeros tres meses.
Con cifras de crecimiento demográfico cercanas al 2% anual, se hace evidente que con un crecimiento del Producto Interno Bruto inferior a ese porcentaje, la pobreza y la indigencia agobiarán a muchos colombianos.
El Gobierno estuvo advertido sobre la inconveniencia de aplazar, como lo hizo, la discusión de la reforma tributaria, que finalmente y a las carreras hizo aprobar en el Congreso, sin la amplia discusión que era necesario adelantar con todos los actores de la economía.
Al final, lo aprobado cayó mal, golpeó excesivamente el bolsillo de los consumidores y le atravesó obstáculos a la iniciativa empresarial.
Los demás factores que contribuyeron al desplome productivo llegaron por cuenta del mal sano pesimismo en que se encuentran la mayoría de los ciudadanos, generado por el descontento generalizado con la forma en que se desarrolla el acuerdo con las Farc.
Es evidente que la gente rechaza la desbordada generosidad del Presidente con ese pequeño grupo, que incluyendo milicianos, son menos de 20,000 personas; esta cifra contrasta con la estrechez de lo ofrecido a los 45 millones que sumamos el resto de la población.
Desafortunadamente, la ruta que se vislumbra en este largo año que, con el sol a sus espaldas, le resta a este Gobierno, no es la mejor. El programa Colombia Repunta lanzado desde el Ministerio de Hacienda, a mediados de Febrero, que prometió 750.000 nuevos empleos y un impulso adicional de 1.3 % en el crecimiento económico no ha despegado.
Los nuevos recursos en regalías que se pregonaron para ser invertidos en las distintas regiones, que representarían un aumento del 76% frente a lo que se ejecutó el año anterior, no se han visto por ningún lado.
Lo mismo ocurre con las promesas de invertir $9,2 billones para el programa 4 G de nuevas carreteras, intención aparentemente paralizada por el escándalo de Odebretch.
Además, el inicio anticipado de la actividad proselitista, que normalmente se da unos siete meses antes de las elecciones, no contribuye en nada para mejorar el clima económico. Todo indica entonces, que la caída no tocará fondo por ahora.
Al Presidente Santos y a su gabinete, es necesario urgirlos para que tomen el toro por los cuernos y lo obliguen a empujar la generación de bienes y servicios. Es urgente que el segundo semestre mejore frente a los desalentadores datos del que ya termina.
Pero, todos debemos exigirles a los candidatos presidenciales proponer un nuevo modelo económico más incluyente, menos dependiente del llamado régimen extractivo vigente.
La clave para esto ojalá provenga de un mejor aprovechamiento del sector agropecuario, donde deben impulsarse modelos asociativos que agrupen a muchos pequeños propietarios.
Poner en marcha la locomotora de la innovación apoyando con ella nuevos emprendimientos es igualmente necesario.