El mundo va lento en su guerra contra el Covid-19. Colombia avanza aunque despacio en resultados.
La economía global este inicio de julio luce débil y en medio de una densa niebla de incertidumbre y nerviosismo.
En Colombia la economía macro funciona a duras penas gracias al soporte financiero del Gobierno.
La economía de bolsillo, la de la gente de a pie, está peor de lo que muchos creen.
De puro aguante el país se mantiene a flote, pero sin una tabla de salvación que llegue para ponernos en tierra firme.
La pandemia se envalentona frente a la ausencia de una vacuna que la erradique.
Los líderes mundiales van cada uno por su lado. Cada quien quiere ganarle al coronavirus a su manera.
Hace falta unidad internacional para enfrentar el virus. No hay una política integral. Solo anuncios de cooperación de escaso impacto en países emergentes.
Cada nación resiste a su manera, con sus propias decisiones y sus debilitados sistemas de salud.
Cada cual pretende ir gradualmente a la nueva normalidad. Pero todo sigue siendo anormal.
No hay evidencia que nos devuelva el aliento. No hay estrategia que recobre la calma. La lejanía de vacuna contra el nuevo coronavirus fortalece el miedo, la ansiedad y la desesperanza.
Solo la resistencia de las personas en un duro y cruel encierro indefinido ha evitado que los países se desboronen. La fe y el optimismo no mueren.
En el mundo las economías se hacen trizas, los mercados caen en turbulencias peligrosas, el empleo se hunde y el ingreso de los hogares desaparece.
Las cosas son difíciles en Colombia. El desempleo es una bola de nieve incontenible. Los más conservadores y optimistas alertan que la situación tiende a empeorar.
La informalidad está aguantando hambre. Los independientes no tienen manera de sostener sus gastos. Los pequeños negocios ya no son viables. Más personas son sacadas de las empresas y echadas a su suerte.
A cientos de miles de trabajadores les redujeron sus salarios, en 30, 40 y 50%.
Para empeorar, no hay vacantes en la industria. Si no hubo generación de empleo cuando la economía funcionaba relativamente bien, imaginen ahora en semejante crisis.
La banca tiene liquidez que podría utilizar comprando activos más adelante. O engordando sus ganancias en fondos de inversión. Tiene mucha plata que tal vez no está destinando a la gran empresa.
Las tasas de interés siguen siendo caras y no coinciden con el esfuerzo del Banco de la República en la reducción de sus tasas de intervención.
Crédito caro no es muy demandado y en consecuencia la abundante liquidez no le dice mucho a la recuperación de la economía nacional.
Hay dinero en los bancos pero costoso para unos y de impenetrable acceso para la mayoría de hogares.
De puro aguante el país no se ha derrumbado.
Y ojo, los mayores de 69 años, a esos que tildan de viejos, los está matando el frío encierro. Necesitan salir o van a enloquecer.