Seguramente en el momento en que usted está leyendo esta columna, la reforma tributaria está en cuidados intensivos con muy poco oxígeno. La agenda pública está pasando tan rápido que es casi imposible predecir que va a suceder. En el momento en que escribo, la mayoría de partidos políticos de la coalición de gobierno había manifestado su rechazo a la reforma y el Centro Democrático publicó una contra propuesta. Sin tener certeza de lo que sucederá, dejo unas reflexiones sobre impuestos, gasto público social y estructura del Estado:
1. La Constitución del 91 creó un estado de bienestar europeo en un país de ingresos bajos que ha sido muy difícil de financiar. El exministro argentino Ricardo López-Murphy decía que en ese país tenían “impuestos suecos, con contribuyentes sudamericanos y servicios africanos”, en Colombia la situación es muy similar. Cada año se crean nuevos gastos en la Constitución, muchos de ellos disfrazados en “derechos”. A la mayoría de los congresistas no les enseñaron esa lección tan importante de la niñez: “el dinero no sale de los árboles”.
2. Han sido tan hábiles los congresistas para blindar recursos de su interés, que hoy los gastos de funcionamiento son casi intocables. El Gobierno solo puede hacer modificaciones sobre el 16% del gasto de funcionamiento. Necesitamos una profunda reforma al Estado, y para eso la pelota está en la cancha del Congreso y no tanto del Gobierno. En esta materia, recomiendo leer las columnas del profesor Luis Guillermo Vélez sobre “ideas de austeridad”.
3. Urge rediseñar la política social en Colombia, nadie que no está en condición de pobreza debería recibir subsidios. Hoy en Colombia 3.9 millones de hogares reciben una transferencia (subsidio) del Estado. 250 mil no son considerados ni pobres, ni vulnerables. Adicionalmente, el 20% de la población con mayores ingresos (quintil 5) recibe en promedio más subsidios, que los quintiles dos y tres (pobreza moderada y clase media baja). El 12% de los subsidios para atención a la pobreza, el 51% de los subsidios a pensiones y el 12% de los de servicios públicos, queda en manos del 20% más rico de la población colombiana.
4. El gasto público social en Colombia es ineficiente y no contribuye a reducir la desigualdad. El coeficiente de GINI permanece en el mismo nivel antes y después de impuestos y transferencias. Hemos tenido una política económica y social redistributiva (quitar a los ricos para darle a los pobres), al menos desde el 91, con efectos muy pobres. Si quieres resultados diferentes no hagas siempre lo mismo, decía Einstein.
5. No matemos la gallina de los huevos de oro. En los países de la OCDE las personas naturales aportan en impuestos el 8.3% del PIB, mientras las empresas el 3%. En Colombia las personas aportan el 1.2%, mientras las empresas el 5%. Tenemos que entender que las empresas son generadoras de riqueza, empleo y bienestar social, y deben pagar menos impuestos.
Tengamos en cuenta estos 5 datos para las discusiones futuras sobre la reforma tributaria.