DARÍO MARTÍNEZ BETANCOURT* | El Nuevo Siglo
Domingo, 19 de Febrero de 2012

El derecho de guerra

 

 

La humanización de la guerra ha sido preocupación de gran parte de la sociedad a través de los tiempos. Los teólogos juristas de la Escuela de Salamanca, Vitoria, Molina, y Suárez, desde 1493 se ocuparon en los mínimos ético- jurídicos del ius ad bellum (derecho de la guerra) siguiendo la doctrina tomística de la guerra justa.

Los convenios de Ginebra de 1949 y los protocolos adicionales consagran un derecho humanitario bélico de protección a los combatientes y a la población civil, bajo la denominación de Derecho Internacional Humanitario (DIH), en los conflictos armados internacionales e internos.

Las guerras de la humanidad son episodios en los que se abandonan las reglas de supervivencia. Imperan en ellas la barbarie y el salvajismo. Difícilmente se puede señalar una guerra o enfrentamiento armado que haya puesto a salvo el derecho humanitario. En Colombia, sin retrotraernos demasiado, desde las guerras de independencia hasta nuestros días, la lucha armada continúa en forma abominable, ignominiosa y fracturante de todos los límites morales impuestos por el DIH. Algunos ejemplos: 1) La macabra Navidad del 24 de diciembre de 1882, cuando Sucre cumple órdenes de Bolívar y arrasa con crueldad y vandalismo la población civil de Pasto, incluidos niños, ancianos, religiosos etc. 2) La guerra civil no declarada entre liberales y conservadores del siglo XX con más de trescientos mil muertos que utilizó métodos de exterminio del adversario. 3) La toma del palacio de Justicia por el M-19 y la retoma del mismo por las Fuerzas Militares, volviendo cenizas la cúspide de la justicia.4) Las masacres y terrorismo cometidos por organizaciones armadas al margen de la ley, asesinando a inocentes, utilizando los procedimientos más horripilantes de los que se tenga noticia.

Cualquier acercamiento con la guerrilla debe estar precedido de la obligación perentoria de respetar el DIH. La guerrilla se niega a acatar el DIH, con el argumento de ser anti-Estado, desconociendo la razón de ser de los Convenios de Ginebra. Éstos también protegen a las fuerzas armadas disidentes, que bajo la dirección de un mando responsable, ejerzan sobre una parte del territorio algún control que les permita realizar operaciones militares sostenidas y concertadas (Art. 1.1 Protocolo II).

Si el presidente Santos y el Estado reconocen como lo han hecho, la existencia de un conflicto armado, la guerrilla debería comprometerse solemnemente ante el mundo al acatamiento del DIH. No hacerlo, es proscribirse de por vida de la faz de la Tierra, y aumentar el rechazo de la población civil que sufre en carne propia las iniquidades de los actos armados como el terrorismo. A pesar de que la guerra, encierra en sí misma la violación de los derechos humanos, es hora de por lo menos avanzar en su humanización, así la paz no sea fácil y pronto conseguirla.

*Exsenador de la República