En los primeros días de enero se celebra en Galeras (Sucre) el Festival de la Algarroba en torno “al arte efímero más hermoso de Colombia”, los Cuadros Vivos. En sus 30 años han sucedido cosas que no estaban en nuestra imaginación: 120 noches de fiesta popular, 150 calles vestidas con más de 3.000 mil cuadros visitados por 400 mil personas que se pasean por una galería de vivencias tan singular, que fue inscrito en la exclusiva lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de Colombia. Desde entonces, empezaron a andar por Colombia. Destaco, especialmente, el homenaje que se rindió a Gabito, el muchacho que llegó a Galeras, de paso a La Mojana, la tierra de las aguas, de las que bebió la esencia del realismo mágico. El escenario fue la Plaza de la Proclamación, espacio histórico de Cartagena, enmarcada por la Catedral de Santa Catalina de Alejandría y el viejo Palacio de la Gobernación, en el marco del Hay Festival (2015).
Hace unos meses la destreza de los creadores galeranos se recogió en un hermoso libro con fotografías de Olga Lucia Jordán. Sobre el libro, que se expone en las mejores librerías colombianas, escribió Belisario Bentacur: “…bien escrito, bien ilustrado, inmejorablemente editado y alma-mente expresivo de las tradiciones profundas de su inolvidable Galeras…”.
La utopía empezó hace más de 120 años en las manos campesinas de los bisabuelos que plasmaron sus oraciones en las imágenes religiosas con las que vestían las calles, adornadas de arcos de palma y perfumadas con el aroma del buñuelo y la miel, cuyo recuerdo me regresa a las dulzuras de la infancia. Sí, porque estos 30 últimos años empezaron en esas calles llenas de cuadros y de cumbias. Fue allí donde germinó la certeza de que esa tradición tan bella tendría que conservarse para siempre.
Si algo distingue esta expresión artística es la inclusión social, que fue reconocida por los antropólogos del Ministerio de Cultura. Es que en el arte no hay espacio para las desigualdades. Al contrario, facilita la comunión de la amistad y el ascenso humano, tan negado a quienes nacen en las periferias de la nación. En síntesis, Los Cuadros Vivos de Galeras entraron por la puerta grande en el escenario de la cultura colombiana.
Debido al prestigio creciente de la ya legendaria costumbre galerana se ha iniciado en Sucre un cambio cultural orientado a reconocer la autenticidad de lo popular. Sucre no había intentado siquiera mostrar los valores de la tierra: de Sincelejo es el poeta mayor de Colombia, Giovanni Quessep; de Sincé emanó el numen narrativo de García Márquez, para citar solo dos casos a la mano.
Los Cuadros Vivos han convertido a Galeras en el centro cultural de esta región de la patria. Todavía hay mucho por hacer. Ahora, aspiramos a que, en los días del Festival, se adjudiquen los premios anuales a los escritores y pintores sucreños. Se abriría, en esas noches mágicas, una librería con todas las obras ganadoras y circundada por una exposición infinita colgada de las estrellas que coronan el cielo de Galeras. Sueño con revivir los viejos fandangos, con todas las bandas tocando en medio de la rueda, sobre una mesa-tarima, mientras el sombrero volteao limpia el paso alado de las fandangueras que iluminan la noche con sus velas encendidas.