“No dejar que expendedores sigan apropiándose de calles”
Colombia además de tener el lamentable rótulo de ser uno de los principales países productores de cocaína se convirtió en país consumidor, con grandes cantidades de droga circulando por las calles que llegan especialmente a manos de los jóvenes, incluso haciendo tránsito por los pasillos de colegios y universidades.
Los hechos confirman que el consumo de estupefacientes aumentó desde la despenalización del porte de la dosis mínima, decisión adoptada por la Corte Constitucional en 1994, en el marco de las garantías consagradas en la Constitución de 1991, entre ellas el derecho al libre desarrollo de la personalidad.
Se ha considerado que la despenalización de la dosis mínima podría ser un primer paso para legalizar totalmente las drogas y así combatir el tráfico de narcóticos, pues al no estar prohibido y ser regulado el mercado, dejaría de ser un negocio lucrativo, sin embargo, los efectos están resultando ser contrarios por cuenta del microtráfico. Ahora hay más producción que cuando existían los grandes carteles y además del envío hacia el exterior, el mercado interno también se volvió atractivo para los traficantes.
Muchos son los mensajes por parte de padres de familia desorientados que no saben qué hacer con sus hijos que entraron a ese mundo. Otras las preocupaciones por el incremento de la inseguridad ante las cofradías de jóvenes en parques y vías públicas que se reúnen a consumir drogas, algunos de ellos con manifestaciones violentas cuando están bajo el efecto de los químicos.
“Antes era poco usual ver personas consumiendo marihuana o basuco en sitios públicos y cuando las había, eran mal vistas y generaban cierto rechazo por parte de la comunidad, que por lo menos infundía algo de temor en los jóvenes para caer en la adicción o el respeto por los parques donde jugaban los niños; ahora es normal la venta en cualquier lugar, se volvió un tema cotidiano, lo que ha permitido que los muchachos consuman en todas las reuniones, fiestas y manifestaciones sociales. Muy pronto será considerada como una persona extraña aquella que no consuma”. De esta manera se expresaba una persona que conocí recientemente, quien calificó como un infierno la situación de su hogar con un hijo drogadicto.
Por estas circunstancias la discusión revivida por el presidente Iván Duque sobre la legalidad del porte de la dosis mínima es pertinente. No podríamos pensar en penalizar y mandar a la cárcel a quienes consumen alucinógenos, eso sí es un retroceso y de hecho no se contempla en la propuesta del Gobierno, pero sí atacar a los expendedores, a quienes están llevando el veneno a niños y adolescentes.
No cabe duda de que un adicto debe ser tratado como un enfermo y sobre el tema sicólogos y expertos han hecho muchos estudios expuestos ampliamente, pero tampoco se puede entregar las calles a quienes se enriquecen con ese negocio, dejándolos actuar libremente. El tratamiento debe ser integral, con asistencia médica y sicológica para el adicto y acciones policivas en contra de los jíbaros y traficantes.
Las causas del incremento del consumo en Colombia no se relacionan solo con la despenalización de la dosis mínima, son una serie de circunstancias que abarcan desde lo social hasta la efectividad de las acciones de las autoridades, por eso otorgar facultades a la policía para decomisar sustancias psicoactivas puede ser una de las tantas medidas que debe adoptar el Estado para combatir el microtráfico. Algo habrá que hacer, no podemos esperar a que los expendedores sigan apropiándose de las calles.
@WilsonRuizO