“La experiencia hace al maestro”; adagio popular ajustado a la realidad. La práctica, disciplina y experiencia llevan a descubrir lo que es bueno y lo que es perverso. Son factores claves para quienes siembran ideales y aprenden a seleccionar personas aptas para tareas correctas, idóneas, excelentes. La psicología administrativa se considera similar a la industrial, ocupacional, del trabajo, empresarial y en términos elementales se trata del conocimiento para valorar las capacidades individuales de quien, supuestamente, debe asumir responsabilidades: psicología organizacional.
El tema se desentierra ahora que el mundo burocrático ha despertado desconfianza al gobernado, es decir, abolida la presunción de buena fe acuñada en el artículo 83 de la Constitución del 91. Regla de la cual me considero pionero practico, durante el tiempo que laboré como Personero de Bogotá y, luego, Procurador del Ministerio Publico y que con el doctor Álvaro Gómez conversé en México cuando se iba a instalar la Asamblea Nacional Constituyente.
Predicaba yo, entonces: “es indispensable creer en los servidores públicos, es decir, que a quien se le encargue ese oficio tenga la disposición física y moral para desempeñarlo con rectitud y honestidad”. Es una virtud que hay que descubrir no pidiendo hojas de vida saturadas de certificaciones de especialización, magíster, doctorados y recomendaciones clientelistas. No, se trata de un examen válido, investigar la intimidad del aspirante, interpretar su vida para deducir si lo que lo inspira es el valor de la sociedad de consumo o, por el contrario, el ánimo de salvar a la Nación de la corrupción, en todos los aspectos habituales: la injusticia arbitraria, el peculado, el soborno, el tráfico de influencias, la ambición capitalista, la corrupción, etc., actitudes comunes en el legislativo, ejecutivo y judicial: empiezan en la presidencia, las gobernaciones, las alcaldías y acaban en manos de las policías o de los notificadores; la legislación, la multa, el decomiso y la licitación son causas últimas, teleológicamente.
Cuando tuve la facultad de elegir personas para el Ministerio Publico, partí del principio de que ésta es una de las instituciones que debe tener autoridad moral y ética indiscutible y hoy, veintipico años después, me siento infinitamente satisfecho de lo que logré. Todavía, funcionarios que vinculé a ese servicio se destacan por su entereza de carácter y su honradez. Fue la enseñanza que aprendí de Platón y Max Weber cuando descifraban el sentido humanista de la burocracia.
La técnica de selección de personal la promoví en el espacio público y algo se cultivó; con el paso del tiempo se ha derogado y lo que se requiere hoy para incorporarse al servicio público es demostrar conocimientos pero no virtudes y moralidad. Por eso, actualmente, en Europa ya no se cree en los postgrados; los valores que se investigan son la cualidades y calidades personales del aspirante, en todos los campos, pues la sociedad cada día se corrompe más por las competencias políticas y económicas. Tara milenaria de la humanidad.