Semáforo en amarillo
Después de la finalización de la tregua unilateral que habían decidido las Farc, tomaron como rehenes a dos policías que, al parecer, se encontraban realizando labores de inteligencia, lo cual tensionó el ambiente político (y sicológico) en el que inevitablemente está inmersa la mesa de conversaciones de La Habana, pese al pretendido propósito de evitar que lo que acontezca en el marco de la confrontación armada incida en ella. Tanto así que ad portas de su viaje a Cuba para continuar las conversaciones, con gesto adusto el jefe de la delegación gubernamental les dijo públicamente a las Farc que si no querían terminar el conflicto, “…nos lo digan de una vez, para no hacerle perder el tiempo al Gobierno y a los colombianos”.
Y por si hubiera dudas de la postura gubernamental, pocos días después y a raíz de otros hechos violentos provenientes de las Farc y del bombardeo en el Nudo de Paramillo, -fruto del cual murió el jefe del frente 5 de las Farc junto a otros guerrilleros-, el presidente Santos declaró que de todos modos se seguiría avanzando hacia la paz “por las buenas o por las malas”, es decir, re-editó aquella frase de su discurso de posesión de “por la razón o por la fuerza”.
Sin embargo, la indudable tensión en el ambiente que rodeó la continuación de los diálogos en La Habana, tomó un rumbo de distensión a partir del sábado 2 de febrero cuando las Farc anunciaron la decisión de liberar los dos policías y un soldado -caído en sus manos durante un combate en Nariño- con la intermediación de “Colombianos por la paz” y la Cruz Roja, a lo cual el Gobierno accedió.
¿Cómo leer lo anterior? Desde la perspectiva político-estratégica se puede analizar como el desenlace de unos intercambios político - violentos entre los contendientes, que corrobora la situación, favorable para el Gobierno, de la correlación de fuerzas político - militares. Aquellas que son inseparables durante un conflicto armado por su constante y mutua repercusión y que no son estáticas.
Pero pese a la superioridad del Gobierno, la última encuesta del Centro Nacional de Consultoría muestra una débil credibilidad en los resultados de las conversaciones, es decir, un semáforo en amarillo para su legitimidad. A la pregunta de si aprueban los diálogos, el 66% frente al 33% responde afirmativamente, pero cuando se preguntó si el resultado de dichos diálogos iba a ser la paz o una ocasión para más violencia, el 54% acogió la última posibilidad frente a solo el 38% que creyó en la positiva.
Todo lo anterior debería motivar una revisión de la estrategia que se está implementando para conducir a buen término las conversaciones. Habría que responder interrogantes como ¿qué hacer para mejorar el ambiente que rodea las conversaciones? ¿Qué tan cierto es que un cese el fuego facilitaría el fortalecimiento de las Farc? ¿Hay alternativas diferentes al cese el fuego que permitan disminuir la intensidad del conflicto?