La separación de elecciones (presidenciales, legislativas y mandatarios territoriales) es logro fundamental en la Constitución de 1991 (Art. 261). Entre sus propósitos está fortalecer la democracia local y participativa, así como a los partidos políticos, buscando contar con mayor representación y pluralismo en el Congreso. Pero, recientemente se han intentado unificar las elecciones nacionales y locales (2018), así como las de Congreso y presidente (2021) mediante iniciativas surgidas del propio Congreso de la República con la anuencia del Ejecutivo. Afortunadamente, han fracasado, sobre todo por el rechazo generalizado en amplios sectores ciudadanos, académicos y de opinión.
Sin embargo, llama la atención que las elecciones de Congreso de la Republica del próximo 13 de marzo se realizarán en simultánea con las consultas interpartidistas de tres coaliciones -Pacto Histórico, Centro Esperanza y Equipo por Colombia- para seleccionar sus candidatos a la elección presidencial; cuya primera vuelta tendrá lugar el próximo mes de mayo. Y llama la atención por la dinámica política y electoral que están tomando dichas consultas -inevitable- que de una u otra forma terminan “opacando” la campaña electoral al Congreso y ejerciendo a su vez un poder de arrastre que la separación de elecciones buscaba evitar. Y si se junta con la revocatoria en Medellín, estaríamos allí ante una especie de ejercicio de unificación completa de elecciones.
Además, por la proliferación de precandidatos y las estrategias en cada coalición para la consulta, se presenta un panorama ambiguo para los electores. El cual hace que analistas como César Caballero, en entrevista con Cecilia Orozco, concluya que “esta es una presidencial a tres vueltas.” (El Espectador 22/01/22). De ser así, en la práctica estaremos ante un evento en donde de todas maneras la dinámica de elección presidencial permea la del Congreso al propiciar comportamientos en el elector que la Carta del 91 busca evitar. Por ejemplo, voto unificado o en bloque en todas las elecciones.
De otro lado, la campaña al Congreso parece adormilada. Algunos candidatos estarían combinando un bajo perfil y una apuesta por el efecto arrastre que en este caso por las consultas jugaría a su favor. Y otros, los nuevos con muchos seguidores en las redes sociales, pero sin lograr aún conectar con el mundo de la calle ni con un electorado receptivo concreto.
Es pues, una realidad que las consultas siendo un mecanismo de democracia interna de los partidos, al concurrir con otra elección, en la práctica le restan visibilidad a las propuestas y a las listas al Congreso. Además, en cierto sentido, a coaliciones y partidos les resulta conveniente tal mecánica, pues logran mezclar en sus listas algunos candidatos que en una contienda única, abierta y directa, no mediada por la dinámica de las consultas, no podrían pasar de agache.
La interferencia de las consultas es tan grande que la crisis actual en la coalición Centro Esperanza por el número de precandidatos amenaza con poner en riesgo su lista al Senado, según lo expresó el fin de semana Humberto de la Calle, cabeza de dicha lista.
Así las cosas, ¿Cómo atraer la atención del elector, reducir el fenómeno de arrastre y la dificultad para expresar el voto premio-castigo a los partidos en el Congreso?
@Fer_GuzmanR