"Confiancita en la justicia" | El Nuevo Siglo
Sábado, 14 de Abril de 2018

Buena parte de los colombianos somos respetuosos de una de las ramas del poder público como es la justicia. No solamente nos infunde un gran respeto sino gran admiración no solamente por las tareas que debe cumplir, sino por la manera como sus integrantes, personal y colectivamente ejercen la tan sagrada obligación de impartir justicia en nombre de la República de Colombia.  Esto no significa que sus fallos estén exentos de defectos,  taras y  desviaciones; esto no nos permite demeritar su actuación.

Entendemos que las modificaciones que se hacen al ejercicio de la justicia han estado inspiradas en garantizar para que todos los ciudadanos que acuden a ella,  sean tratados en forma que se ajuste a las normas fijadas para ello. Hasta hace relativamente poco, los jueces estaban investidos de facultades investigativas, de ahí que su título era “juez de instrucción.” Eso prácticamente obligaba a los jueces a distraer buena parte de su capacidad profesional a la instrucción de los sumarios lo que, podía conducir a desviar su condición de imparcialidad durante la investigación. Fue así que como instrumento capaz de adelantar las investigaciones se creó la Fiscalía, cuya tarea descargó a los jueces de esas actividades quienes se dedican a juzgar, de acuerdo con las pesquisas de la Fiscalía y obviamente según su criterio.  La Fiscalía una vez concluida su investigación da cuenta y razón al juez acerca de su opinión sobre los hechos en investigación. Su opinión puede ser la de acusar al sindicado o sencillamente decirle al juez que no hay razón para acusar.

Los sitios en donde funcionan los juzgados no son precisamente lugares amables; bien puede ser porque todas las personas que se acercan a ellos son interesadas en los fallos del juez que a veces es favorable a sus aspiraciones deseos o demandas o sencillamente no lo son. Por otra parte, con algunas excepciones, no son precisamente despachos en los cuales impere el orden; expresado en otros términos llevan un “desorden ordenado” porque siempre aparecen los documentos por los cuales se pregunta.  No siendo estos precisamente modelo, pero la justicia funciona.

Por eso es que nos ha parecido tan extraño el caso de una persona que se presentó a un juzgado, se hizo pasar por un fiscal y presidió, con todas las de la ley una sesión durante la cual, según la Fiscalía que pretendía representar, consideró que el acusado no era responsable y por tanto debería quedar en libertad en forma inmediata; eso sucedió. Pero afortunadamente se descubrió todo el montaje en el cual deben estar complicados el acusado, el actor que suplantó al fiscal y los abogados del implicado y a lo mejor el juez por lo menos por falta de perspicacia. Este episodio que nos lleva a pensar en la “confiancita en la justicia” por parte de quienes han pretendido burlarse de ella y cavar así la confianza que los ciudadanos tenemos en ella. Ojalá los responsables sean ejemplarmente castigados y en forma proporcional al daño que han hecho.