Es común aseverar que en Colombia pasa de todo, tal como que las noticias de hoy suelen opacar las de mañana. Y a su vez que tiene una alta resiliencia, en el sentido que en medio de grandes dificultades, siempre se levanta, o mejor no se paraliza, sigue adelante, con inclusión entre los países más felices del mundo. De igual forma se dice que los hechos violentos y la economía van por caminos diferentes.
No obstante, todo esto puede repercutir en varias particularidades: la memoria corta o baja retención de los sucesos de relevancia, que lleva a una menor capacidad de introspección; la proyección centrada más en el corto que en el largo plazo con soluciones que se atienen más a lo urgente y menos a lo importante y por supuesto, en ser un país que se mantiene en estado de alerta.
Esto lo define en términos populares como un típico país político, donde los hechos socioeconómicos, junto con otros que lo hacen vibrar en forma más positiva, como una estrella del fútbol o una reina de belleza, hacen que el titular del día sea su cotidiano invitado a la mesa. Una muestra de ello es el alto gusto, a mañana, tarde y noche, por la radio y los programas de debate. Asuntos que por demás se toman de manera emocional y ha llevado al país, históricamente, a un permanente estado de polarización política.
En Colombia el estado de alerta, de polarización y de proyección o introspección de corta memoria disipa en mucha medida la visión de dónde estamos, qué se ha logrado y para dónde vamos. Concebir un alto en el camino puede llegar a ser un imposible.
Es por esto que ante la pregunta sobre ¿Cómo va Colombia? - de un familiar que vive en el exterior hace muchos años- la respuesta optimista resulta sorpresiva, cuando claramente, entre muchos otros, se pueden mencionar: los cambios reales de construcción de una clase media más educada y emprendedora, el cierre de brechas de pobreza y desigualdad, la expansión de la infraestructura vial y de servicios públicos, el mayor espíritu empresarial, la atracción de la inversión extranjera, un mayor poder adquisitivo y en general el mejor entorno para el desarrollo de distintas capacidades en los jóvenes, que supera el concepto de riqueza monetaria y las necesidades básicas insatisfechas. Sin desconocer, claro está, que queda aún mucho por hacer.
Sin lugar a dudas hoy el colombiano participa más de los canales democráticos y entre ellos de la protesta social, si es pacífica. Son muchos trabajadores o estudiantes o ciudadanos que nunca van a estar de acuerdo con quienes realicen acciones que afecten su seguridad o perturben el servicio de transporte público u obstruyan las vías públicas y acudan al vandalismo.
Así como Colombia está creciendo por encima del resto de países de América Latina, podría bien diferenciarse con el tono pacífico en la fecha escogida para la protesta social. ¡Dios lo quiera! marcaría también la madurez de nuestra democracia, como otra respuesta positiva a la pregunta de cómo va Colombia.
*Presidente Corporación Pensamiento Siglo XXI
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