La vida es generosa: es el amor mismo que se manifiesta en infinidad de formas. Como seres humanos estamos llamados a acoger esa generosidad y re-crearnos.
Cada vez que nos equivocamos es preciso que enmendemos nuestras fallas. Paradójicamente, tal vez uno de los errores más frecuentes es no aceptar que nos equivocamos, rechazar al yerro mismo, cuando en él está la clave para el aprendizaje. Reconocer que nos equivocamos -y más en primera persona del singular, que yo me equivoco- y hacerlo cuando ello ocurre, es fundamental para crecer como seres humanos. Solamente desde tal reconocimiento podemos verdaderamente recomenzar, para transitar otros caminos, para identificar maneras diferentes de hacer las cosas, de relacionarnos.
Resulta absurdo volver a empezar desde cero, pues al no tener en cuenta los errores perdemos la posibilidad de aprender de ellos y corremos el riesgo de volver a cometerlos. Por más mal que nos haya ido en alguna circunstancia, siempre podremos rescatar algo como experiencia a fin de re-crearnos, actualizar nuestro programa de vida para ir perfeccionando nuestro estar en el mundo.
Hay errores recurrentes: subir el tono de voz en una discusión, ofender de palabra, mentir, traicionar la confianza… Sea cual sea la equivocación, podemos hacer un balance de lo sucedido. Para ello, te comparto las siguientes preguntas, como guía para continuar la existencia desde los acumulados que dejan los errores: ¿me cuesta trabajo reconocer el error? ¿Puedo perdonarme? ¿Hago balance de mis equivocaciones e identifico los factores clave que me llevaron a errar? Así, como lo hacen las organizaciones que aprenden, podemos hacerlo los seres humanos.
Nos saboteamos si reiniciamos desde cero: esta es una manera inconsciente de hacernos la vida más difícil. Y sí, de castigarnos por haber errado. El castigo puede venir desde nuestra primera infancia, cuando el regaño estaba a la orden del día, si no el golpe. Aparecieron la culpa y el miedo, los cuales se pudieron haber reforzado durante los años de escolaridad, sobre todo en sistemas educativos en los que aún hay competencia y se valora la nota más que el aprendizaje. La vida adulta no escapa a ese autocastigo de esa suerte de “reseteo” en el cual hacemos borrón y cuenta nueva sin la compasión de abrazarnos en el error e integrar los aprendizajes.
Los nuevos caminos no están exentos de errores, porque ese es el diseño de la vida: experimentamos a punta de aciertos y fallas. Hoy podemos identificar cuáles emociones y pensamientos nos llevan a desdeñar lo vivido, podemos dejar de auto-condenarnos. Que hoy sea un día para recomenzar, tanto individual como colectivamente. Que aprendamos de los errores del pasado y desde el amor nos re-creemos conscientemente en el eterno presente.
@edoxvargas