Comentarios sobre la revolución (II) | El Nuevo Siglo
Viernes, 6 de Mayo de 2022

El Libertador Simón Bolívar señala, en el alucinante discurso de Angostura, las características del tipo de República democrática que debe implantarse para el buen gobierno de nuestros pueblos. Las bases generales de su discurso son de tal profundidad y trascendencia en el análisis, que cobran más vigencia en nuestros días.  Eso en tiempos en los cuales, a la clase dirigente de esta parte del Imperio Español, la invasión napoleónica y la acefalia real los sorprende; como antes la revolución francesa y más atrás, la Independencia de los Estados Unidos. En cierta forma, por la sencilla razón que por trescientos años habíamos estado como ausentes de la historia mundial. En tiempos en los cuales, en los países europeos a la sombra de las monarquías, las minorías oficiales deciden la suerte de los Estados, sin el concurso del pueblo, que ni era beligerante ni votaba.   

Bolívar plantea que el gobierno republicano “debe construirse sobre bases de la soberanía del pueblo, la división de poderes, la libertad civil, la proscripción de la esclavitud, la abolición de la monarquía y de los privilegios. Necesitamos de la igualdad para refundir, digámoslo así, en un todo, la especie de los hombres, las opiniones políticas y las costumbres públicas”.  

El Libertador afirma que no estábamos preparados para la democracia: “Nuestra Constitución moral no tenía todavía la consistencia necesaria para recibir el beneficio de un Gobierno completamente representativo y tan sublime que podía ser adaptado a una república de santos”. Al retrotraer a nuestro tiempo el discurso del Libertador, pasados dos accidentados siglos de la vida republicana y de confrontación ideológica que nos legó, encontramos que su prosa, en el orden de las ideas, dialéctica y claridad cobra extraordinaria vigencia; mas, cuando estamos ad portas de caer por la vía electoral y la presión combinada de los violentos, en las garras de la revolución fracasada en todas partes del socialismo del siglo XXI.  

Combatir al senador Gustavo Petro no es insultarlo. Combatirlo es refutarlo en el plano de las ideas y propuestas que son utópicas, vagas, contrarias al buen gobierno. Nada mejor con este fin que reproducir lo que declara Lula en reportaje a TIME, con respecto a la propuesta petrolera de Petro, que estima infortunada. Reconoce que el petróleo le aporto recursos para su política social y dijo que: “Petro tiene el derecho de proponer lo que él quiera. En el caso de Brasil, esto no es real. En el caso del mundo esto es irreal”. 

El M-19, al entregar las armas, se incorpora a la paz y la justa democrática hasta hoy, sin tantas canonjías habaneras como las que les dieron a las Farc, para convertir a algunos de sus jefes en legisladores sin votos; la accidentada carrera de esta agrupación política depende en gran parte de la violencia en la que sigue inmerso el país.  

La persistencia de Petro en su ambición dentro de la legalidad democrática, que se ampara en la Carta de 1991, lo ha llevado a sumar voluntades y votos, hasta constituirse en la primera fuerza en el Congreso. Gane o pierda, se mantendrá en la lucha electoral. Esa es la realidad política nacional, en la que sin importar quien predomine en las próximas elecciones, tendremos una izquierda utópica, decimonónica y confundida enarbolando algunos de los postulados fracasados de Carlos Marx, cuyo aciago ejemplo histórico es incontrovertible, dado que el proyecto comunista fracasó en el poder mundialmente. Las ideas de Marx agitaron al proletariado y las masas de diversos pueblos del planeta hasta que se pusieron en práctica en la Unión Soviética, en China y muy posteriormente en Cuba. Un fiasco total, como en nuestro vecindario. Petro, pretende convertir a Colombia en un país sin futuro, como Cuba.  

En combatir ese “modelo de país” está la política. Ahí los medios, los políticos demócratas y partidarios de la libertad, la justicia y el orden, deben dar la pelea. Sin olvidar el mandamiento del Libertador: “Que la historia nos sirva de guía en esa carrera. Atenas, la primera, nos da el ejemplo más brillante de una democracia absoluta, y al instante, la misma Atenas nos ofrece el ejemplo más melancólico de la extrema debilidad de esta especie de gobierno”. ¿Qué quiso decir el Libertador?  Son los hombres los que engrandecen o hunden las repúblicas, según el flujo y reflujo de la contienda. 

Gustavo Petro y compañía pretenden gobernar con una antorcha encendida un país en combustión.