Los hispano parlantes vivimos bien satisfechos y orgullosos de nuestro idioma y no como dicen algunos parlantes de otros idiomas que nos tachan o nos señalan como que no hemos obtenido nuestra total independencia de la Madre Patria, pues todavía, unos cinco siglos después, la lengua es una manera de querer ejercer autoridad sobre unos cuatrocientos cincuenta millones de hispano parlantes en el mundo actual; al menos con nuestro idioma ejercemos algún liderazgo en el mundo. Nos hemos esforzado bastante en ejercer nuestra potestad idiomática, acompañada, desde luego, de conocimientos básicos de la ciencia, la tecnología y ciencias afines al progreso y al desarrollo actuales todo ello acompañado de nuestra característica manera de ser que nos distingue, para bien o para mal, en todo el mundo.
La Academia Española de la Lengua es entonces señalada como uno de los vehículos preferidos por España para seguir ejerciendo un cierto poder, intelectual desde luego, sobre nosotros el cual consiste en recordarnos las normas del buen hablar, del buen escribir, en fin, del respeto por todo lo nuestro heredado de los españoles después de muchos siglos de haber sido sus súbditos hasta el 9 de agosto de 1819, cuando quedó sellada la independencia como resultado de la Batalla de Boyacá, luego de nueve años transcurridos desde cuando dimos el grito de independencia el 20 de julio de 1810.
Pero bueno, en los años 1881, para el análisis y conservación de nuestra lengua, fue fundada en Bogotá la Academia Colombiana como correspondiente de la Real Academia Española y primera de esta índole en el mundo hispano americano. Ha contribuido como todas las otras 20 academias de todo el continente americano, a mantener el uso correcto de nuestro idioma. Su buena y correcta utilización es manifestación de respeto e indicación de buen criterio y cultura, si cabe la expresión. Maltratar el idioma, que no es otra cosa que utilizarlo incorrectamente equivale, sin lugar a dudas, uno de los errores, que no suele admitir disculpas, salvo la falta de cultura. Las publicaciones escritas suelen ser ejemplo del buen escribir.
Nuestras propias expresiones han hecho viable la publicación del “Diccionario de Colombianismos;” en él se encuentran las locuciones indicando dónde se usan y qué significan. Los bogotanos cultores del idioma recordamos nuestras locuciones en dos tomos del “Bogotálogos,” de giros aquí utilizados. Estas dos publicaciones son, sin lugar a dudas, dos valiosas contribuciones a nuestra lengua que indican cómo se utiliza el idioma en cada lugar del país, no solamente modificando su pronunciación sino aportando nuevos vocablos que enriquecen el idioma.
El español tiene como característica, igual que el idioma alemán, que se pronuncia tal como se escribe, con algunas pequeñas excepciones; una es la “h” muda y la “u” entre “q “y “g” y las vocales “e” e “i.” Pero también cuenta, a diferencia de otras lenguas, con un organismo como la Real Academia y la Colombiana que están siempre vigentes en cuanto al avance y buen uso del idioma.