Cerrar heridas, abrir futuro | El Nuevo Siglo
Viernes, 29 de Septiembre de 2017

Yo le apuesto a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), como concepto y posibilidad de reconstrucción.

El proceso de selección de los 38 magistrados y los 13 suplentes fue responsable, serio, y haber hecho públicas las entrevistas le dio un  carácter de rigor y transparencia, poco frecuente en un país acostumbrado a  cuotas burocráticas,  sobornos, pago de favores y el irrespeto por lo público. De los elegidos, solo tres nombres me resultan conocidos, y uno, muy cercano.

Tengo fe en que el proceso y el resultado de este nuevo enfoque de la justicia, ayudarán a conocer la verdad,  reconocer los errores y horrores de la guerra, y sanar las heridas. Sí; tengo esa fe que nace cuando la esperanza y el raciocinio se dan permiso de coexistir, en vez de competir.

Ojalá quienes tanto critican las decisiones del comité evaluador, le dedicaran más tiempo a ver las entrevistas hechas a los candidatos, que a desempolvar los viejos twitters de los nuevos magistrados. Traer trinos del pasado, y presentarlos en unos rompecabezas descontextualizados a ver si con ello espantan a los incautos, es un mecanismo  marrullero, para distorsionar la verdad; algo así como los espejos curvos, en las ferias.

A muchos les preocupa que  entre los seleccionados haya miembros de la justicia penal militar, académicos, afro descendientes, libre pensadores, ex magistrados, militantes de  izquierda, indígenas, mujeres, juristas de ciudades grandes y pequeñas. La diversidad es un monstruo que asusta a quienes aman más a su status quo, que a la posibilidad de construir un futuro libre de venganza y rencor; para muchos, la violencia sigue siendo el único lenguaje que les da seguridad, y la retaliación, el mejor sinónimo de ley y justicia.

A mí me preocuparía que todos los magistrados fueran cortados por la misma tijera; que todos tuvieran los mismos miedos y las mismas certezas, los mismos fantasmas y las mismas historias; me parecería peligroso que admiraran a los mismos autores, que todos o ninguno creyeran en Dios, en los partidos políticos o en la obediencia.

Los magistrados deberán “garantizar el cumplimiento del esquema de verdad, justicia y reparación” a los miles de víctimas de crímenes horrendos, cometidos durante más de medio siglo de guerra con las Farc. Serán juzgados ex guerrilleros y militares, civiles y policías, líderes y reclutados, analfabetas y doctores… todos los causantes -desde cualquier orilla- del dolor que dejaron los enfrentamientos entre el Estado y la insurgencia armada.

Al principio dije que de los 38 magistrados solo uno me es cercano: Rodolfo Arango, un hombre íntegro, coherente y fidedigno; maestro, escritor, filósofo y abogado. Amigo. Heredero del legado intelectual de Carlos Gaviria Díaz, y como él, docente y decente de pensamiento, obra y misión. Que Rodolfo Arango sea magistrado de  la JEP, me genera una enorme y esperanzadora confianza.

2135 candidatos, 51 elegidos. En manos de estos valientes juristas, Colombia encomienda el deber y el derecho de vivir en un país con las heridas cerradas, y el futuro abierto a la reconciliación y a la paz verdadera.

Gloria Arias Nieto

ariasgloria@hotmail.com