No solo la corrupción mantiene señales de alarma en el país; alrededor de toda convocatoria a la ciudadanía para un proyecto de interés nacional, siempre aparecen, en todas sus formas, vándalos y saboteadores.
Ahora la desconfianza asoma alrededor del Censo Nacional de Población y Vivienda, evento que comienza su primera etapa, prevista por el- Dane- en proceso que espera tener resultados parciales en marzo próximo.
La actual corriente política, que sopla antes de elecciones, puede tener sus intenciones oscuras en ciudades y poblaciones, para que los encuestados bajen cifras con mentiras, sobre vida familiar y número de personas, para mostrar más pobreza y desempleo en sus regiones.
Dirigentes en algunos pueblos instigan a habitantes para que inflen la situación social, con cifras que demuestren presunto desarraigo y mayor número de residentes, para obtener presuntos beneficios.
En provincia siempre esperan asignación del presupuesto en el reconocimiento de regalías, por contribución económica, de cada región a la nación, según distribución de la Dirección de Planeación Nacional con parte de información del Dane.
Expertos en asuntos estadísticos afirman que la práctica fraudulenta contra los censos, siempre la hubo en décadas pasadas; pero en varios gobiernos, se silenció para no echar abajo las convocatorias.
El sabotaje se hizo en Caquetá, Putumayo, Meta, Cauca y Chocó, con énfasis en la época de la guerra para olvidar.
O los vándalos son mandados, o nacen, como los que destrozan y rayan paredes en calles, avenidas y edificios. “Es el rechazo a los gobiernos cuando van de salida.”, algo practicado hace años. Agregan.
Manifestarse con bombas y piedra no es “protesta humana”, como dicen por ahí letreros de quienes apoyan sabotaje con intención politiquera utilizando el humanismo.
La revuelta en Urabá, contra peajes, ratificó que está lejos la cultura ciudadana, casi desaparecida. Tampoco se desconoce que el censo puede vulnerase con información errónea a encuestadores, para ridiculizar la convocatoria y la inversión de $300 mil millones.
Y que también se garantice seguridad, en la segunda etapa censal, que inicia en abril y terminará en junio.
Exagerado presumir que habrá prácticas engañosas, pero oportuno prevenirlas, ante un eventual saboteo.
Lo positivo con el Censo será conocer los índices reales de longevidad en Colombia, como el de población en discapacidad, segmentos que quedan olvidados en programas asistenciales.
Un Censo es radiografía en color del país. Se requiere indagar riqueza y pobreza, en interioridad de regiones que nunca se mencionan, inclusive dentro de departamentos grandes y, precisar el verdadero índice de venezolanos desplazados hasta la fecha.
Que ojalá este Censo Nacional sea para creerlo y probarlo. Hace años se menciona, de manera folclórica, la cifra en 46 millones.
Ante la desconfianza para todo en Colombia, lo mejor es blindar el Censo contra saboteo.