En pleno siglo XXI, Arabia Saudita aún mantiene una serie de penas y castigos ciudadanos que no son creíbles. La mayoría reprobados por las ONG internacionales, la Oficina de Derechos Humanos, la Unión Europea, todos en defensa de la dignidad e integridad humana.
Dada su riqueza petrolera, este país se debate en hacer un tránsito hacia la modernización, sin romper sus tradiciones religiosas y especialmente la Sharía: “que es quien regula todos los aspectos públicos y privados y cuyo seguimiento conduce a la salvación”. Cuenta con un sistema de justicia robusta e incorruptible que ayuda a este fin. Sin embargo, cada vez son más las peticiones de la comunidad internacional, solicitándole finalizar con los latigazos y torturas brutales tanto físicas como psicológicas, mejorar el hacinamiento carcelario, respetar la igualdad, inclusión, especialmente la discriminación patriarcal de la mujer, eliminar la decapitación publica y permitir la defensa de los acusados, posibilitando su inserción a la sociedad de este siglo.
Estos son los castigos actuales que se aplican en este país:
Los latigazos corporales que se hacen a nivel público, práctica antigua de mucha crueldad ya que deja huellas en el cuerpo y la mente. Se aplican por no respetar la doctrina religiosa y la comunidad, su número está regulado por la Sharía.
La pena capital pública es la forma de castigo más severa. Se aplica en quienes cometen asesinatos, trafican con droga o secuestran.
El linchamiento público con piedras y enterramiento del cuerpo de la mujer adúltera. Castigan la falta de moralidad y castidad, imperando la barbarie.
Por cometer robo se realiza la amputación pública de los miembros de la mano y en caso de reincidencia de los pies.
Ejecuciones públicas, según los crimines cometidos, para que a todos les sirva de ejemplo, según lo determinado en la Sharía.
Apostatar de la fe o renunciar a su religión. Es considerado un castigo irreversible y severo contra la doctrina religiosa. No hay tolerancia y se impide cualquier interpretación a sus leyes, o lo que atente contra la homogeneidad de principios y unidad gubernamental.
La superstición, la brujería o actividades similares son castigadas con condenas brutales. No hay tolerancia con quien atente a la fe religiosa.
El narcotráfico o la drogadicción se castiga con la pena capital. Hay control estricto en las fronteras y viviendas de quien se sospeche. Existe un control social que detecta a los drogadictos y las penas son extremadamente fuertes.
La homosexualidad está prohibida por ir contra las leyes sociales y religiosas. Es una grave ofensa contra la moral y la sociedad.
El ateísmo también es castigado duramente. No existe el diálogo social, ni las diferencias religiosas.
La blasfemia, la calumnia o hablar del otro, son faltas graves por ir contra la dignidad de los demás. No existe libertad en el discurso, o en expresar opiniones diferentes. El acusado es arrestado inmediatamente.
La traición del Estado lleva a un juicio extremo y es una severa falta, en donde se aplica la fuerza de la justicia. No se puede ir en contra de integridad o estabilidad de la nación.
La discriminación de la mujer es histórica, dada que es una sociedad totalmente patriarcal. Se le castiga por desobediencia o rebelión al marido o al padre.
No existe defensa del Estado al acusado, éste queda en un limbo jurídico, sufriendo las detenciones ilegales, el atiborramiento carcelario. No hay defensa de los derechos humanos.
Criminalización por activismo político es otra ofensa contra el Estado y es castigado severamente quien se atreva a pensar diferente.
Todo esto es resultado de una sociedad tradicionalista, patriarcal y fuertemente religiosa. Pensemos que pasaría si aplicáramos las mismas penas en Colombia.