CARLOS MARTÍNEZ SIMAHAN | El Nuevo Siglo
Sábado, 8 de Marzo de 2014

La reforma política

 

Se cuenta que al profesor Ferri un alumno le preguntó: ¿Qué se necesita para decir un discurso importante? No es difícil, respondió el gran jurista italiano: Saberse el tema y ser importante. Como algo sabemos del asunto y el presidente Santos ha anunciado su disposición para abolir la reelección presidencial y la circunscripción nacional para el Senado de la República, debemos recordar nuestra insistencia sobre tales reformas, que serían cruciales en la vía de sanear nuestra democracia y lograr que en Colombia se regrese a los momentos estelares en los cuales la política era el escenario de la inteligencia y la pulcritud.

La circunscripción nacional para Senado ha dado lugar a un escandaloso mercado electoral. Ya no hay campañas, decía un elector cartagenero, y mucho menos discursos con ideas y propuestas. El aspirante que llegue con la “tula” más llena obtiene los votos, viniere de donde viniere. Algunos candidatos parecen piratas navegando en un mar de corrupción, que se toman los puertos, es decir, los votos, en cualquier parte de la geografía comicial. Eso ha contribuido a la exacerbación de lo que he llamado “clientelismo de doble vía”. No se trata solo de los ofrecimientos. Al votante lo acostumbraron a la dádiva personal y exige cada vez más. El cambio en la arquitectura  del Congreso colombiano ha sido para mal y ha dado lugar a una ruptura de los vínculos entre los políticos y los sectores sociales Y a la orfandad de muchos departamentos. Prima el candidato-mercantil, cargado del “estiércol del diablo”. Hizo crisis la efectividad de la representación y se ha perdido la justificación esencial de la existencia de los partidos.     

Hay circunscripción nacional en Israel, porque es una sola; en Uruguay, que elige 32 senadores, y en Guyana. Ha sido una figura excepcional y es opción para fuerzas políticas que sin votos dominantes en los territorios, la suma total les concede el derecho a unas curules. En las democracias maduras sigue imperando, como tarea básica de los Congresos, la  vocería  de las regiones y el control presupuestal. El ensayo de los constituyentes del 91 resultó un error que nos ha costado demasiado en la transparencia del quehacer político. No se debió desconocer nunca el origen y fundamento de la institución parlamentaria. Fue pretensión de los victoriosos en la elección de la Constituyente. Supusieron que en un escenario igual, triunfarían nuevamente. No ocurrió así. La historia no perdona los inmediatismos interesados.   

El voto preferente es otro cáncer que debilita y divide a los partidos. Por otra parte, la elección popular de alcaldes lleva consigo la filosofía propia del poder local. No se debe contaminar con las elecciones nacionales. La ampliación de sus períodos debiera considerarse solo después de que el Estado adecue los controles a la democracia municipal. De lo contrario, estaríamos fortaleciendo las satrapías regionales. Es hora de pensar en una Corte o Tribunal de Cuentas, a la manera europea.