Pacto por reactivación económica
“Hay caminos distintos al neoliberalismo”
Todas las cifras de la economía han resultado peores que las esperadas. En los periódicos, foros, seminarios, los sabios del “priorato de San Agustín” tratan de explicar por qué no vieron lo que se venía y recomiendan soluciones que atentan contra el bolsillo de los ciudadanos. Nunca consideran la posibilidad de que quienes se enriquecieron en la bonanza contribuyan en los momentos de penuria. Muchos de los miembros del “priorato”, guardianes exclusivos del santo grial del conocimiento económico, compartieron con Piketty en el Hay Festival en Cartagena. Sin embargo, para ellos la concentración del capital es un episodio feliz que hay que registrar y la distribución de la riqueza apenas un tema más en la utopía de la igualdad humana.
Ante el reto de tan adversa realidad ha surgido desde el Partido Conservador Colombiano, la voz ilustrada y audaz de David Barguil con una propuesta centrada en que todos aporten en sus respectivas áreas. El Pacto por la Reactivación Económica de Colombia llama a la colaboración, en su etapa inicial, a los sectores de la banca, las telecomunicaciones, el cemento y los insumos agrícolas, todos ellos claves para fomentar el consumo y en el control de la inflación que galopa sin riendas.
El Pacto está llamado a constituirse en un ejemplo de concertación democrática. La responsabilidad social empresarial debe pasar de los titulares a la búsqueda conjunta de una Colombia menos injusta. Está a la mano el ejemplo de la vieja Europa, donde se ha comprobado que “ajustarse el cinturón” no es fórmula para salir de la crisis. El resultado de la austeridad impuesta por una Alemania olvidadiza es el desempleo de toda una generación a la cual se le niega el bienestar del que gozaron sus padres. Es esa situación la que está cambiando las ecuaciones políticas y puesto en aprietos un sistema democrático sin respuestas a las angustias de la hora. Grecia, España, Italia, se debaten entre la desesperanza y el temor del futuro.
Es una ola creciente que solo podría contenerse con una oferta que se concrete en más empleo, mejor educación y salud, y comida barata para los que menos tienen. De ahí, la llamada oportuna a los cacaos del poder económico, del político y del social para que modifiquen “las estructuras profundas del capital y de las desigualdades”. ¿Seremos capaces de lograr un consenso colectivo para que el capital gane menos y el trabajo se remunere mejor? Puede ser una fantasía, pero sería más viable y duradera que impuestos arbitrarios a la riqueza o a las ventas. Y sería, también, novedosa contención a la excesiva concentración de la riqueza.
La Nación colombiana, que ha sabido sortear con admirable fortaleza los avatares de todas las violencias, debiera ser capaz de construir una sociedad de convivencia en el momento preciso del silencio de los fusiles. La propuesta de Barguil abre la puerta a un proceso social armonioso y útil que dejaría atrás el antagonismo destructor. Sí, hay caminos distintos al neoliberalismo y al imperio del mercado.