Carlos Martínez Simahan | El Nuevo Siglo
Sábado, 8 de Agosto de 2015

La  visita de Francisco a Bolivia, Ecuador y Paraguay se enmarca en la más clara tradición evangelizadora del catolicismo y su mensaje social surge de los mismos textos patrísticos. Es un desfase intelectual asociar ese discurso con el comunismo o con la Teología de la Liberación, en  obsolescencia a partir del documento de Juan Pablo II en Puebla (1979). No se puede tapar el Sol con las manos: el capitalismo salvaje ha capturado la democracia y ha puesto a su servicio todos los resortes del poder. Lo que Piketty llama “la estructura profunda de las desigualdades” se acrecentará mientras el gran capital siga financiando la especulación. El problema no está en el empresariado creador de empleo y productor de bienes, está en la acumulación de riqueza a toda costa. Aún no salimos de la crisis del 2008 a raíz de la cual el Estado, entonces arrinconado por el neoliberalismo, tuvo que salvar  a los grandes bancos, que resurgieron sin pérdidas, mientras se les impone a los países una austeridad suicida, que les cierra las posibilidades de crecimiento.

No estamos exagerando, ni simplificando. Por esos carriles de injusticia corre hoy el sistema capitalista. Y era una obligación del Pontífice hacer el llamado a combatir la desigualdad agobiadora que compromete peligrosamente a la civilización occidental y a sus  valores democráticos. Los pobres no crearon la pobreza, pero la sufren. ¿Cómo hacer para que la Justicia Social se concrete en alimento, en educación, en salud, en ingreso, en sueldo mensual, que es lo más parecido a la felicidad, según Bentham?

No hay que confundir, Francisco es un portavoz de la Doctrina de siempre, la que  nos enseña a superar los conflictos sociales y a luchar por un mundo más equitativo. La disciplina a la que le corresponde pasar a la acción es la política. Mediante ella se conduce a los pueblos al bienestar. Esa es tarea para los hombres de la democracia, quienes deberán asumir las dimensiones históricas de estos momentos de incertidumbre que abren, nuevamente, interrogantes sobre el porvenir de América Latina.

Hace 124 años León XIII dio a conocer la Rerum Novarum, la primera encíclica dedicada a la cuestión social. Ahora, Francisco, retoma ese camino con la Exhortación Apostólica, La alegría de los Pueblos (2015): “La necesidad de resolver las causas estructurales de la pobreza no puede esperar, no solo por una exigencia pragmática de obtener resultados y de ordenar la sociedad, sino para sanarla de una enfermedad que la vuelve frágil e indigna y que solo podrá llevarla a nuevas crisis”.

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C.E.C. Al referirnos a los 55 años del Centro de Estudios Colombianos debemos hablar de la perseverancia y la obstinación que ha caracterizado a ese Centro de pensamiento, creador de políticas públicas y escenario natural de la inteligencia conservadora. Nos enaltece la condecoración que recibimos en la grata compañía de exministros y estadistas. Agradecimiento a su directiva y, en especial, a Horacio Gómez Aristizábal.