CARLOS ALFONSO VELÁSQUEZ | El Nuevo Siglo
Lunes, 28 de Abril de 2014

Acoplar cultura y educación

 

Nos encontramos frente a una realidad que tiende a anular la esperanza en un mejor porvenir. Muchas personas ante los noticieros se sienten impotentes por la avalancha de noticias que de distintas maneras expresan la descomposición social en que estamos inmersos: crispación, corrupción e hipocresía en el ejercicio de  la política, violencia y actos delictivos de distinto tipo en que incurren hombres y mujeres, adultos y jóvenes; un conflicto armado que no termina, pobreza e inequidad social, en fin… 

Ante esta realidad muchos piensan que no hay más opción que aceptarla como algo inevitable y dan la espalda a los noticieros, diciendo algo así como “es que con esos políticos que tenemos…”. Pero esta forma de ver las cosas abre las puertas del aislamiento en nuestras vidas privadas, dejando lo común, lo público, a unas pocas personas, que, salvo honrosas excepciones, no son ni las más honestas y transparentes, ni las más competentes y suelen tener palabra más larga que realizaciones.

¿Pero el problema está solo en esos políticos? Es decir, cabe preguntarnos si la crisis que vivimos se puede limitar solo a la política o va más allá. Situar la corrupción, y en general el vacío de ética, sólo en "los políticos" es no llegar al fondo del problema y por ende plantear soluciones insuficientes. Los políticos y funcionarios del Estado sin ética sí tienen mayor responsabilidad social por sus faltas y hay que remplazarlos pues los vicios privados se transforman en injusticias y estragos públicos. Pero esos políticos y esos funcionarios provienen de las mismas entrañas de nuestra sociedad.

El punto a destacar es que hoy día son pocos los que no ven que hay una raíz de índole moral en el trasfondo de las frecuentes noticias-escándalos que a diario nos agobian. Entonces, más allá de crisis en la política hay que hablar también de una crisis moral. Y para superarla debemos empezar por llenar un vacío que ha tenido la educación en Colombia consistente en concentrarse en lo intelectual dejando el resto a la familia. Pero como -consecuencia también de la crisis moral- hoy abundan familias desechas y/o disfuncionales, la educación debe propender por cubrir lo que muchas familias no están abarcando.

Es decir, nuestro sistema educativo debe dedicarse tanto al desenvolvimiento de las facultades intelectuales como al desarrollo de la moralidad, las creencias, las emociones y los afectos de las nuevas generaciones. El país necesita un ambicioso programa de capacitación para los docentes de todos los niveles enfocado en ayudarles a implementar las mejores metodologías para que al mismo tiempo en que estimulan en los estudiantes el pensamiento crítico les incentiven a descubrir por sí mismos la satisfacción que les produce la vivencia de los valores éticos. En cortas palabras urge acoplar educación y cultura.

Más allá del aumento presupuestal ¿qué proponen al respecto las campañas presidenciales?