Carlos Alfonso Velásquez | El Nuevo Siglo
Lunes, 17 de Agosto de 2015

“Argumentos originados en ‘dogmas’ sociales”

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Moralismos

 

EN  la cultura que tiende a imponerse los argumentos que se leen o escuchan suelen ser de raíz más emotiva que racional. Son argumentos moralistas no originados en la reflexión sino en “dogmas” sociales dictados por lo políticamente correcto: el “derecho al aborto” porque la mujer es libre para decidir sobre su propio cuerpo, el matrimonio “igualitario” porque no debe haber discriminación, o la convicción de que el Estado tiene la obligación moral de prohibir todo aquello que la ideología libertaria considera equivocado.

Así las cosas, en varios sectores llamados “progresistas” se ha venido desarrollando un moralismo peculiar que hace énfasis en reformas sociales considerando que para mejorar el mundo lo mejor es luchar contra vicios sociales como la desigualdad o la homofobia. Pero en el momento de evaluar la conducta personal falta una guía objetiva. La “autorrealización” o el “libre desarrollo de la personalidad” son conceptos subjetivos y maleables que frecuentemente sirven para legitimar cualquier comportamiento que me produzca buenas sensaciones.

En el lado opuesto varios “conservadores” han venido desarrollando un moralismo que criticando el de los “progresistas” reivindica la necesidad del cambio personal. “Antes de arreglar la sociedad, arréglate a ti mismo” sostienen. El ideario que critica el sentimentalismo y la autoindulgencia del progresismo, tiende a reducir la vida virtuosa a la “cultura del esfuerzo”. Pero la idea de que el trabajo duro y el consiguiente éxito profesional es el mejor reflejo de una vida lograda puede provocar otro tipo de ensimismamiento moral en el que la virtud se convierte más en un egocéntrico trofeo personal que en una forma de servir al otro.

El punto a destacar es que en ambos casos al reducir la moral a un aspecto - vicios sociales o esfuerzo personal- se cae en moralismos, dejando de lado una moral personal y realista centrada en el hombre interior y no solo en sus emociones o su curriculum. Una moral que se centre en virtudes como la humildad, la fortaleza frente a la adversidad o el sufrimiento, la modestia o la lealtad. Aquellas virtudes que nos permiten ayudar a los demás a llevar una vida buena.

Es más, en sus procesos de selección, las empresas han contribuido a forjar el moralismo del curriculum. Por esto le prestarían un buen servicio a la sociedad aquellos empresarios que cambiaran esa especie de paradigma y en sus procesos de elección de empleados (as) les dieran prevalencia a algunos rasgos personales indicativos de un carácter bien formado y no solo el típico currículum de éxito. Por ejemplo, si abandonó un empleo con excelente salario en un banco para ayudar en un pequeño negocio familiar donde se le necesitaba; o si alguna vez sufrió perjuicios profesionales por decir la verdad a su jefe sin faltarle al respeto.