Primero la paz
En cuanto al tema de la paz en Colombia hay quienes manifiestan estar de acuerdo con el proceso que adelanta el actual Gobierno, mientras otros no lo comparten aduciendo que “un acuerdo de paz no puede lograrse con la claudicación de los principios ni a costa de la justicia y la debilidad institucional”, denotando marcadas diferencias conceptuales y metodológicas que polarizan la opinión y han encendido los ánimos.
El debate es bueno en la medida en que no se utilice con fines electorales individuales y egoístas, dada la coyuntura de la reelección presidencial.
Porque mientras las conversaciones en La Habana avanzan como parte de un cronograma cuidadoso y sereno, contando además con la prudencia de los medios de comunicación y centrando su atención sobre lo fundamental, el conflicto pareciera estar ahora en el terreno de los discursos y de los agravios, ya no con la guerrilla sino entre los mismos políticos; razón para ratificar una vez más que la política en Colombia ha llegado a un grado de simpleza tal, que resolvió dividirse entre uribistas y santistas, como fórmulas personalistas e ideológicamente indefinidas, llevándose por delante lo que sea, inclusive profundizando cada vez más sus discrepancias luego de haber estado comiendo en el mismo plato.
Las diferencias sobre la paz se han vuelto una polémica de forma, tiempo y lugar, con fines electorales, en lugar de verse como una prioridad constitucional y un deber gubernamental, además de ser una innegable ilusión de la gran mayoría de colombianos.Las razones que se adujeron para participar o no de la marcha el pasado 9 de abril parecieran estar más inspiradas en apoyar a Santos y rechazar a Uribe, y no en transmitirle al mundo un mensaje colectivo de millones de colombianos deseosos de obtener el fin del conflicto.
La paz es cuestión de actitud, tacto, prudencia y sabiduría, no de reacciones emocionales, bravatas, desplantes o fanfarronadas.
Qué puede exigírseles a las Farc, como lo anotó el vicepresidente Angelino Garzón, si en el interior de las instituciones tampoco hay una línea clara de acción; es el caso de las diferencias conceptuales entre el Procurador y el Fiscal, por citar un ejemplo.
A pesar de todo, la marcha fue un éxito. El país no quiere más derramamiento de sangre independientemente de los discursos. Primero la paz, lo demás es otro cuento.