El ejercicio de 12 aspirantes a la Presidencia abrió de manera muy ligera el abanico, de nombres y colores que tendrá el país en los equipos políticos para la elección del próximo año.
Han postulado su nombre 3 como candidatos ya definidos y, 9 en margen de espera, como precandidatos; sus intervenciones, tuvieron más cautela, que decisiones con propuestas concretas; algunos no tienen muy buen sabor, en relación con la paz.
Si bien el Acuerdo tiene fisuras en justicia, entrega de bienes de los ex armados y participación política; tampoco se puede soslayar o satanizar. Hasta ahora comienza con relativo optimismo, en procura de buen resultado.
Romperlo es pensar para atrás, al revivir capítulos en las cuerdas del odio y venganza. En otras áreas, los candidatos sobrevolaron iniciativas, sin llegar al fondo de contenidos.
La relación con Venezuela y su dictadura son de expectativa y no se puede excluir, coincidieron todos. Lo cierto, es que tampoco puede dominar la agenda nacional y, menos, al iniciarse el último tramo de Gobierno.
La ciudadanía coincide con los candidatos en que no se puede esperar todo del petróleo y el carbón. Es cierto, el camino está señalado hacia la agroindustria. Los aspirantes no se refirieron a estrategias, en ese sentido.
En impuestos, el reclamo de la gente precisa que la tributación durante el año es la carga pesada del aparato económico desacelerado, golpeando el bolsillo de consumidores.
El fogueo con la Andi -no puede desconocerse-, despertó interés y proyectó hacia el futuro, una nueva agenda de materias para realizaciones efectivas.
Debe continuar con rostros y rumbos de una gran final de competidores definitivos, para discutir lo social y económico. Esta vez, solo tomó tensión y respiración ideológica de los aspirantes.
En contraste, la ciudadanía ha iniciado otro debate, en mesa de café, sobre estrategias y no por candidatos; hay desgano hacia los partidos en puja interna, por la dirección de los mismos.
Se plantea economía para el ciudadano común: no más reformas tributarias que provocan estallidos; son válidos algunos ajustes, sin desbocar alzas en precios y sin desarmar presupuestos empresariales.
Al mismo tiempo es inaplazable reducción estatal para lograr más eficiencia en Gobierno. Sobran Agencias y Fondos financieros descentralizados.
Esos organismos, pertenecientes a ministerios, despiertan desconfianza ciudadana; se desconoce en detalle el manejo que hacen con dineros y contratos de la Nación. No pueden ser ruedas sueltas.
Lo mejor, después del precalentamiento, es que los candidatos sean concretos en lo propuesto a sus electores.