¿El fin del poder?
El poder está cambiando de manos. En una grata conferencia esta semana en Compensar, Moisés Naim presentó su libro El fin del poder, donde se documentan múltiples casos de pequeños “instagram” que se enfrentan a enormes Kodak, logrando bloquearlo e incluso vencerlo. Naim deja ver que el poder no se ha acabado, sino que cada vez es más fácil de conseguir pero mucho más difícil de mantener y administrar.
En columnas anteriores abordé el tema de la tiranía de las minorías, donde un pequeño bloque de poder, que está protegido por normas de democracia, tiene la capacidad de bloquear un Estado, situación que pasó de ser un caso local a la realidad del Shout Down del Gobierno federal de los Estados Unidos por el Tea Party. El poder se está radicando en grupos no políticos, como bien lo expone el autor, al punto que hoy las ONG son más poderosas que los partidos políticos, y reciben mucho más apoyo de los idealistas y activistas que las huestes políticas. Esto se evidencia en casi todos los ámbitos de impacto social del Estado, y curiosamente está muy en línea con la tendencia de movimientos sociales que estamos viendo en la región. Antes lograr el poder era un hecho de fuerza y tiempo, ahora simplemente radica en una comunicación correcta que tenga capacidad de impacto y empatía con las audiencias; por esto el caso de Wikileaks ha sido tan relevante en nuestra historia reciente.
La pregunta que queda es si realmente es el fin del poder. Obviamente no, el poder cada vez es más grande, más atomizado, más complejo, difuso y mucho más contundente, pero claramente no es el mismo y está cambiando de manos a gran velocidad.
¿Qué implicaciones tiene esto en nuestra cotidianidad? Que cada vez más los jóvenes enseñan a los mayores las nuevas tecnologías, y esta inversión de papeles comienza a mermar desde la casa las estructuras verticales de poder, al punto que pueden ocurrir casos en que un joven no le enseñe todo a un mayor para tener el control de la situación. Simplemente el poder crece pero ha cambiado de dirección y su desjeraquización nos llevará a una sociedad más equilibrada, pero con un claro riesgo de caer una sociedad anárquica anémica.
Colombianada. Si todos tenemos el poder, ¿realmente quién lo tiene?
*Presidente de Raddar