TOMARSE, disfrutar, degustar, saborear y compartir un café nos mantiene despiertos y alertas para resistir y reinventarnos.
Habrá quien prefiera el té y las aromáticas. Pero nuestro país marca una preferencia singular por el café en la mesa, a cualquier hora y circunstancia.
El Covid-19 nos llevó a orígenes del café. O porque extrañamos disfrutar el bebestible con colegas, amigos y familiares. O porque lo tomamos para subir el ánimo en esta dura travesía.
La aventura cafetera inició por allá en 1927 y desde entonces vamos ligados a esa industria, a su aporte a la economía y su contribución al desarrollo y el consumo.
Un café de origen preparado en casa sabe bien y armoniza nuestros momentos. Un café hecho y servido por un experto en la tienda nos reanima y endulza el pasatiempo.
El café en agua, con o sin azúcar, en leche, frío o caliente, nos sensibiliza el sentido del gusto. Puro aroma a montañas, laderas, finca, beneficio, trilla, secado, molido y tostado.
Aunque en cada amante del café habita un ‘experto’ en el tema, los cafeteros, productores o cultivadores, jornaleros, arrieros, chapoleros, recolectores, y claro, los exportadores e impulsores del valor agregado y marcas premium; tienen una larga y fascinante historia para contar.
El cafetal es embrujo que hechiza, seduce y conmueve. En cada cafetal de Colombia hay una novela para escribir. Un nuevo relato surge en cada surco. El tajo que es una fracción del cafetal convida a una crónica de campesinos hechos a pulso.
El cafetero es como su café. Indispensable en nuestra cotidianidad, compañero de faenas y conquistas.
Volver a conversar alrededor de una taza de café es ineludible en el aislamiento.
Familias mitigan avatares del encierro disfrutando un pocillo de café en sus diversos tonos y aromas. En casa volvimos a mirarnos a los ojos, a escucharnos, a encontrarnos junto al bendito tinto.
Bendito café que en mañanas inciertas nos sirve su vitalidad en dulces sabores.
Bendito tinto que en atardeceres difíciles cuando los medios recuentan los caídos por el mortal virus, nos sabe a suave consuelo.
El café es centro de atención, acerca y nos inyecta una dosis de calma, vital por estos días complicados.
Con o sin contacto social el café se consume como habito que reconforta. Nos revitaliza para repensar, reinventar y emprender.
Y en ese camino largo que va desde el cafetal, la venta del producto a la cooperativa, su industrialización y comercialización hasta el consumidor final; la Fedecafé y los productores son actores principales.
La Fedecafé, en medio de la actual crisis no bajó los brazos ni se quedó a la vera del camino. El zar del café, Roberto Vélez Vallejo, mantiene sólido y unido el gremio caficultor, el cual trabaja al 100% sin desatender protocolos de bioseguridad.
Y están los productores que con ingenio procesan y venden cafés con diferencial de precios. Orlando Fiero Ávila, Hacienda El Porvenir, en Albán Cundinamarca. Produce y exporta un tostado orgánico-gourmet pura calidad.