Con el sensible fallecimiento del expresidente Belisario Betancur se han vuelto a revivir los hechos más sonados que ocurrieron en su gobierno, algunos de los cuales buscaron desestabilizar el país y poner a prueba la templanza de los colombianos. Por eso su gobierno no se puede juzgar con frases generalizantes, sino con el rigor y la objetividad que da la perspectiva de la historia, dentro de lo cual cada quién se puede formar su propia opinión.
En su gobierno se presentaron una cadena sucesiva de acontecimientos tan insólitos que hubieran desbordado la capacidad de cualquier gobierno para enfrentarlos. De esa laya fue la toma absurda del Palacio de Justicia por un comando terrorista del M-19, dizque para hacerle un juicio irracional al presidente de entonces. Ese ha sido, sin duda, uno de los capítulos más dolorosos, sórdidos y lúgubres de la historia reciente de Colombia que aún se oyen voces que reclaman por qué su gobierno no ordenó el cese al fuego y abrió un espacio de diálogo con el sacrificado presidente de la Corte Suprema de Justicia de esa época. Esperamos que el expresidente haya dejado su testimonio, a manera de memorias, sobre ese insuceso y los episodios en los que tuvo participación directa
De otro lado, y casi en forma simultánea, le tocó enfrentar la tragedia de Armero, un hecho imprevisible de la naturaleza que le cobró la vida a casi cuarenta mil personas inermes en una noche fatídica. También heredó la crisis financiera de 1982, que pudo sortear con medidas audaces para evitar el derrumbe financiero del país con la ayuda del diligente ministro de Hacienda, Roberto Junguito.
En 1984, el narcoterrorismo, que ya asomaba sus orejas, le asesina a su ministro de Justicia Rodrigo Lara en una calle de Bogotá, lo que determinó, desde entonces, su decisión de autorizar las solicitudes de extradición a las que había sido renuente.
En paralelo adelantó un proceso de paz con las Farc, al que le dedicó muchas energías, al punto de firmar un cese al fuego con ese grupo armado ilegal, que no prosperó porque las Farc creían que podían derrotar al Estado colombiano.
Por otra parte, Betancur promovió en 1983 la conformación del Grupo de Contadora como instancia multilateral del que hicieron parte México, Panamá y Venezuela con el fin de acompañar los procesos de paz en Centroamérica. También incorporó a Colombia al movimiento de los No Alineados. La orientación de su gobierno y las medidas que impulsó han sido objeto de intenso debate y han quedado abiertas al escrutinio severo de la historia.
El expresidente Betancur fue un humanista connotado, un claro exponente de la cultura helenística y de las bellas letras en general que dedicó el último periodo de su existencia a las tareas de la cultura desde la Fundación Santillana. Su vida es un ejemplo meritorio de superación, de tenacidad, de consagración a las disciplinas del intelecto. En ese sentido su periplo vital fue muy parecido al de Don Marco Fidel Suárez.