Los ciudadanos que solo queremos el bien para la nación, observamos el desempeño presidencial lo cual no nos inhibe de opinar con respecto a lo que está sucediendo. Debemos reconocer que buena parte de los colombianos, sin tomar partido y ser beligerantes en materia política, deseamos que todo marche bien y que el país salga adelante; por tal razón se nos adjudica el adjetivo que tiene que ver con un apellido como por ejemplo gaitanista, lopista, llerista, turbayista, por mencionar unos pocos de épocas pretéritas; tendremos que confesar que somos duquistas, si cabe en estos momentos la expresión, a pesar de que el actual presidente que lleva el apellido que conduce al adjetivo odioso que se acaba de mencionar, no ha tenido el recorrido nacional de los primeros mencionados, porque estamos seguros que si a Duque, el actual presidente, le va bien, a todos nos irá bien.
Es claro que la democracia colombiana, la que conocemos y hemos disfrutado hasta ahora, tiene un mecanismo de selección tan riguroso que a la Primera Magistratura no suelen llegar sino compatriotas llenos de merecimientos, ampliamente conocidos por el país por sus conocimientos y su experiencia; esas son cualidades que el proceso de selección hace posible que los colombianos reconozcamos que hemos seleccionado por las vías de la democracia, lo mejor que se pone a disposición. Por otra parte el régimen presidencial, así lo previó y lo estableció nuestra constitución, particularmente la del 86 que nos rigió por más de un siglo. Por más que difieran entre sí los partidos políticos, el régimen presidencialista es uno de los activos con los cuales cuenta la nación colombiana. No importa quien esté al frente de los destinos nacionales, el Presidente ha sido siempre objeto de respeto y consideración. Se pueden haber tenido discrepancias con respecto al partido o a los partidos por los cuales fue postulado, se respeta la forma como llegó, se pueden tener discrepancias serias con respecto a la manera como ha conducido a la nación, pero jamás se le ha negado la investidura que todos los colombianos hemos respetado.
El señor Duque es nuestro Presidente, respetado y objeto de nuestros deseos por lo mejor en el desempeño de sus funciones. Alguno de sus antecesores, ducho en la observación de la conducta colectiva, decía que una vez instalado un nuevo Presidente, la misma democracia pone en su camino pruebas de fuego que su conocimiento suele darse cuenta para no parecer tan “bobo” como pretenden sus malquerientes. Lo que está sucediendo en el Cauca por parte de la comunidad indígena, es una de esas manifestaciones que pone a prueba la capacidad de liderazgo del recién posesionado Presidente; como observadores objetivos podremos decir que la delegación de su autoridad en manos de los gobernadores, parece que ha puesto en entredicho su capacidad de liderazgo. No es que los gobernadores no tengan la capacidad, pero una cosa son estos mandatarios, y otra muy distinta la autoridad del Presidente puesta en entredicho.