Aprender a reprendernos | El Nuevo Siglo
Martes, 26 de Julio de 2022

La transformación llama a nuestro corazón, para que abramos la puerta del deseo y facilitemos el cambio hacia un mundo sin tantas desigualdades, más cohesionado para sobreponernos a la ola de incertidumbres que nos asolan por doquier, incluida la inseguridad alimentaria, con los horrores de tantos conflictos en marcha, verdaderamente destructivos y aniquiladores de todo avance humano.

Necesitamos, pues, retomar el espíritu responsable, mitigar las consecuencias de tanto abuso, retirar el abecedario de las armas de todo diálogo, detener el paso y liberar ataduras, si en verdad queremos proseguir con la secuencia del linaje.

De este mundo hay que bajarse, empezar de nuevo, acercarse al corazón de todo aliento, tejer otra dimensión más acorde con la singularidad de la concordia, conocernos y reconocernos en el afecto, celebrando la dicha del reencuentro. Desmoronarse es lo último. Hemos venido para amar y dejarnos amar. Busquemos la sana orientación, hagámoslo en comunidad. No perdamos el futuro que, evidentemente, requiere mudanza. Ahora bien, debe enraizarse al pasado y al presente; porque así es la crónica, una evolución permanente en nosotros, aunque lleve consigo cierta melancolía.

Mejorar es mudar de aires a tiempo, aprender a valorar la dimensión universal, adelantarse a modificar actitudes, saber rectificar en el instante preciso para volverlo precioso, a fin de promover un cultivo de abecedarios respetuosos que nos hermanen; máxime en un momento en que la tendencia demográfica que caracterizará el siglo XXI será el declive de la población mundial, lo que será una oportunidad grande para confluir sabidurías entre las distintas etapas vivenciales. Las opiniones pueden liar los bártulos como las hojas del calendario, pero los principios permanecen; los días se van, pero también mantienen intactas sus raíces. Aunque nada sea definitivo, lo primordial es ganar serenidad.

Sin duda, lo culminante de toda sabiduría no está en alcanzarla sino en saber utilizarla. En este sentido, nos alegra que la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), fomente iniciativas destinadas a promover las tecnologías digitales para las personas de edad avanzada, contribuyendo de este modo a la Década del Envejecimiento Saludable que propicia Naciones Unidas. Ciertamente, en los últimos años, se han hecho grandes avances en la tecnología de inteligencia artificial, que han de utilizarse para ayudarnos a llevar un proceder mejor, más allá de una simple sucesión de hechos y experiencias. De ahí, lo importante que es compartir avances, generando vínculos, sustentados en la verdad y en la comunión respetuosa. Indudablemente, el corazón humano siempre anhela espacios en los que reine el amor, la confianza y la quietud en nuestro interior, así como la benevolencia con los demás.

Una entereza que a veces nos falla y nos hace temer los cambios, que son ley de vida. Olvidamos que la existencia, por sí misma, es un proceso de vueltas y revueltas, de revoluciones y evoluciones, de mudas y modos, de transiciones y rupturas. Lo que hoy es, mañana dejará de ser. Al fin y al cabo, somos agentes de revuelta. No hay que tener miedo. Renovarse o morir, lo dice el refranero. Lo sustancial es activar la comprensión, crecer en humanidad,

custodiar los espacios libres, sentirnos parte de esa red que nos escucha y que entiende nuestra identidad propia.

Sin duda, el tiempo venidero es nuestro, pero requiere de la transformación permanente; puesto que todo existe de otra manera. Hay que adaptarse a los períodos. Es una necesidad, por consiguiente, aprender a reprendernos. Hemos de sanar almas dañadas por nuestro ego; lo que nos demanda a promover con mayor ahínco los estados de derecho, tanto a nivel nacional como internacional, y a garantizar la igualdad de acceso a la justicia para todos. Por eso, es bueno interrogarse, encontrar siempre una razón para enmendarse.

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