Son tantas las imágenes, pensamientos y sentimientos que se agolpan por salir a borbotones, que la frase "dolor de patria" es un intento vano por cobijarlos a todos. Por contraste surge un nombre para llamar a los innombrables, a quiénes han diseñado y liderado el caos organizado y sistemático desde las sombras: Apátridas.
En nombre de "los derechos" arrasan con la vida, incitando a una población desesperada al caos, la destrucción y la muerte. Pero tristemente, en esta hoguera social el covid tendrá la última palabra y no ellos.
Es escalofriante que le estén apostando a la muerte masiva de colombianos, mientras ellos se lavan las manos y levantan el dedo acusador señalando a otros. Los aplausos solapados de hoy serán sus lágrimas del mañana.
No sólo duele el ver los hechos vandálicos, en vivo y en directo por los medios masivos, sino escuchar el lenguaje justificatorio que los acompaña, incluido el de la comunidad internacional, tan parcial y tan ajena, que al mostrar sólo una parte de la realidad diluye la verdad. Igual hacen algunos extranjeros que, desde dentro y desde fuera, fungen como demócratas mientras propagan solapadamente el incendio de la anarquía o participan directamente en ella.
¿Qué tiene que ver la reforma tributaria con el intento sistemático de quemar policías vivos en los CAI? Cuando se inició el paro ya la reforma se había caído por falta de apoyo político. ¿Qué tiene de reivindicación de derechos destruir a golpes de rabia los sistemas de transporte masivo? ¿A qué población se quiere llevar al límite de la desesperación? ¿En nombre de cual derecho a la vida se impide el paso de una ambulancia que lleva a una madre en trabajo de parto y que ve morir a su bebé mientras espera? ¿Qué derecho se reivindica cercando a las ciudades por escasez de alimentos? ¿Quien señaló como blanco al sistema bancario? ¿Qué legitima el abuso de la fuerza, que exhiben algunos, en nombre de la autoridad?
En un video que circula en redes, Iván Márquez se presenta triunfante llamando al pueblo a sus filas con la garantía de "secreto de pertenencia y compartimentación". ¿Dónde está, por ejemplo, la condena clara y contundente del partido de los Comunes? Atención con quiénes reclaman triunfos con el retiro del proyecto de reforma tributaria y con esos políticos "mutantes" que fungen como estadistas y que son vistos por los revolucionarios como los "idiotas útiles".
Duele ver un gobierno arrinconado. No bastaron las buenas intenciones. El costo de la inexperiencia le está pasando una factura muy alta. Se ve, simbólicamente, como la estatua de Sebastián de Belalcázar de la que los indígenas tiraban con cuerdas para derrumbarla. El Presidente creyó, ingenuamente, que podía gobernar solo. Ahora, su permanencia depende del auxilio de lo que queda del estamento político y de los pocos que aun creen en el bien común por encima de los intereses mezquinos y clientelistas. El comportamiento de cada uno de ellos lo juzgará la historia, porque si el Gobierno se cae, caerá sobre ellos.
Es mucho el silencio y la meditación que necesitamos para recoger los escombros y reconstruirnos, pero empiezan a vislumbrase lecciones sociales y políticas.
Nuestro próximo gobernante no puede ser un joven inexperto, ni un pirómano social, ni un tecnócrata sin alma, ni mucho menos un hombre fabricado por intereses foráneos. ¡Que el Espíritu santo nos ilumine!