ANDRÉS MOLANO ROJAS | El Nuevo Siglo
Lunes, 5 de Noviembre de 2012

Elecciones globales

 

Que todo el mundo siga con tanta atención las elecciones en Estados Unidos es una prueba de su protagonismo y del hecho de que, quiérase o no, su destino político no puede dejar a nadie indiferente. Aun con el fardo de la crisis económica a cuestas, y con el desafío que encarna la emergencia de nuevas potencias -unas con ambiciones más globales que otras, unas más viables y otras más bien eventuales burbujas geopolíticas-, lo cierto es que sigue siendo la nación más poderosa del planeta. Tal vez por eso, según una encuesta reciente en la que participaron más de treinta mil personas de 32 países distintos, el 62% afirmó que el Presidente de Estados Unidos tiene un impacto alto o incluso muy alto en sus vidas cotidianas, y el 42% manifestó que, por esa razón precisamente, deberían tener derecho a votar en los comicios de mañana.

Si pudieran hacerlo, la mayoría de ellos votaría por Obama.  Ahora bien, el virtual “empate técnico” en que se encuentra el actual Presidente con su contendor republicano, despierta toda suerte de expectativas.  Incluso en Colombia los medios de comunicación se han preguntado qué le convendría más al país: si otro gobierno demócrata o uno republicano.

Cuando en 2009 llegó Obama a la Casa Blanca, la revista Foreign Policy publicó un artículo titulado “The making of George W. Obama”.  Daba a entender que, en el fondo, el nuevo Presidente tendría un margen de maniobra limitado en materia de política exterior, y que, a pesar de la retórica de su campaña, habría más continuidades que rupturas con la administración anterior.  Y así ocurrió, en efecto. Las decisiones tomadas sobre Irak y Afganistán no representan un cambio sustancial, sino más bien una evolución que obedece, entre otras razones, al desplazamiento del centro de gravedad de los problemas en Asia Central. Guantánamo, por otro lado, sigue funcionando.  Y las relaciones con el mundo árabe continúan empantanadas, a pesar del discurso de El Cairo y de la “Primavera”.

Ocurre así porque en el fondo la política exterior de Estados Unidos está condicionada por factores que van más allá de la personalidad y la filiación partidista del Presidente de turno. Quien quiera que gane tendrá que lidiar con una agenda sumamente compleja: el balance de fuerzas en Asia-Pacífico, la volatilidad del Medio Oriente, el programa nuclear iraní, el incierto desenlace de la situación siria, la crónica crisis europea, etc. Y para hacerlo, no tendrá en realidad sino un repertorio más bien limitado de opciones.

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales